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Hace unos días pude comprobar una vez más que nunca hay que tirar la toalla, y si toca hay que insistir y pescar hasta el final.

Decía aquel que hasta el rabo todo es toro, y hasta que un señuelo esté en el agua existe la posibilidad de que enganche un pez. No importa lo malo que haya sido el día, lo poco que hayas entendido el comportamiento de los peces, donde se hayan metido y porque en todos aquellos sitios que habían sido tan buenos la última vez que los visitaste, ahora no hay nada más que agua. Hay que pescar hasta el final. Así me lo aprendí yo. ...continue reading

Pregunta: ¿No tienes nada mejor que hacer que escarbar en lo que queda de tu cerebro y buscar historias como esta? Pues no, allá va el tostón del día.

En mi última salida de pesca, a última hora de la tarde he tenido cuatro picadas de Barbos que se han soltado. En principio pensé que había sido culpa del señuelo, muy pequeño y con triples enanos pero al elaborar un poco más los eventos me fijé en un detalle importante que me recordó otra situación de alguna manera parecida.

Estábamos haciendo los últimos lances en un Boca Piedra, en los Jardines de la Reina en Cuba. El sol ya estaba bajo pero todavía muy fuerte, mi compañero y yo estábamos lanzando poppers cada uno por su lado. Resulta que yo estaba en el lado del sol y mi compañero con el sol de espaldas.

Lo que ocurría en aquel momento era que lanzando en dirección del sol o en diagonal yo tenía muchas más picadas y aciertos que mi compañero y si intentaba lanzar en su lado, también dejaba de tener picadas. En aquel momento, como ya me había suceso algo parecido en otras ocasiones, razonamos sobre el asunto y llegamos a la conclusión que probablemente los peces que tenían que perseguir la muestra con el sol de cara o bien dejaban de hacerlo, o ni siquiera lo veían o si de alguna manera decidían picar solían fallar porque salían al ataque prácticamente ciegos.

En un embalse de España, como decía al principio, me ha vuelto a pasar lo mismo, con el sol ya bajo con un ángulo que impide ver propiamente, los Barbos que atacaban mis jerkbait fallaban porque o bien no divisaban plenamente el artificial o porque les cegaba la luz, llevándoles a equivocarse. Son especulaciones, que quede claro, pero después de más de 40 años metiendo líneas a remojo - cuando el riego fluye - a uno se le enciende la bombilla y le da un par de vuelta más a las cosas.

Me gustaría mucho saber si os ha pasado algo parecido o si al leer esto recordáis situaciones parecidas que en un primer momento no habíais valorado.

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Un comentario de Miguel Ángel de hace unas semanas me ha ofrecido la inspiración para otro bodrio titánico que una vez más dejará desconcertados aquellos que por primera vez se topan con esta página, la pesca nocturna. Falta no hace decir que se trata siempre de algunas de nuestras técnicas ya que todavía no me he fundido el cerebro hasta el punto de ponerme a hablar de surfcasting. Hay un par de preguntas que repentinamente pasan por aquel angosto espacio que separa mis orejas, dudas de alto contenido intelectual, como acostumbra este virtuoso espacio Web.

La primera interpelación va rauda al grano: “¿Es la pesca nocturna más efectiva que la de a pleno sol?” A esta sigue otra que de alguna manera amplia la anterior, ¿Se pueden practicar todas las técnicas con señuelos por la noche? Es decir, jigging, spinning, Kabura etc., ¿o hay algo que definitivamente queda excluido del abanico de posibilidades? Aunque parezcan dos preguntas solo es una, sino me lío que ya no tiene uno edad para tanto mareo.

La segunda - ¡ahora viene, tened paciencia hijos! - escarba un poco más en la psique de cada pescador, se inserta en los meandros del cerebro y va a buscar gnosis escondidas en el subconsciente más tupido. Ni siquiera el señor Freud en persona hubiese podido sacar de la chistera semejante interrogación, de las que con mucha modestia he de reconocer que pasaran a la historia de la literatura y psicología del pescador…. ¿Os gusta pescar de noche?

No me digáis que no os habéis quedado boquiabiertos por una docena de minutos sin saber qué hacer para volver a cobrar aliento y vuestra posición en este planeta. En fin, no sé cómo se me ocurren ciertas ideas pero lo juro que hay algo en mi naturaleza que hace que salgan solas, sin tener que esforzarme demasiado; un don chicos, tengo un don… 🙂

A este servidor pescar de noche se le antoja algo poco digerible, el hecho de no ver un pepino ni poder apreciar adonde lanzar y mucho menos poder seguir el ataque de un pez me deja un poco frío. Pero, siempre hay un pero, tengo que confesar que hubo algunas ocasiones en las que la obscuridad poco me molestó, al revés me brindó unos momentos inolvidables, y ahora parte el inevitable cuento del abuelito.

En compañía de George, un bajito skipper Gabonés, una tarde decidimos alargar el día hasta el último momento para ver que podíamos sacar una vez que el sol se había dejado llevar por el Atlántico. Estuvimos pescando todo el día dentro de la laguna y ahora teníamos a nuestra disposición unas largas orillas cubiertas de manglares que parecían muy seductoras. Mi pequeño amigo se puso manos a la obra y colocado el barco a distancia prudencial pudo ver que la corriente nos dejaba caer paralelos al manglar. Dicho y hecho remontó hasta el punto más arriba y empezamos la faena.

Lanzaba prácticamente a ciegas, me guiaban las sombras de las plantas que iban desapareciendo mezclándose con la noche y una vez perdida la referencia seguí acertando los lances siguiendo algún tipo de instinto o contando el tiempo que pasaba desde el momento en que el popper salía disparado. Solo se oían los ruidos de los animales de la foresta alrededor nuestro, algo estremecedor, y el chapucear del Roosta pero duraba poco porque casi en cada lance explotaba el agua y otra Cubera empleaba sus trucos para llevarme al agujero. Se me polen los pelos de punta solo en recordarlo.

Asimismo en las últimas escapadas en el Estrecho he tenido la oportunidad de estirar el día al máximo, encontrándome solo con Paquito en un tintero surcado por cruceros y mercantes que parecían salidos de Jurassic Park. La verdad es que tampoco estuvo mal, no había viento ni oleajes y poder disfrutar solitos de aquel silencio  me pareció un gran privilegio que me permití disfrutar en su totalidad y encima sacando algún que otro pez. Las Viridiensis no se retiran una vez ahogado el sol, sino que salen a buscar guerra y pegan bocados a los popper como si se tratase de solomillos en un asador. Precioso.

Hasta aquí hemos llegado criaturas, yo ya me callo y vuelvo a mi punto de cruz, si alguien tiene algo que añadir lo diga ahora o se calle para siempre

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