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Uno de mis propósitos para el 2014 es de aprender el Eging, y la verdad que, menos que salir a pescar me estoy haciendo una cultura infinita sobre el tema.

Si recordáis la entrevista que Curro le hacía a Ginés en su Blog y que colgué hace unos días, había una pregunta y correspondiente respuesta que me llamaron mucho la atención:

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Por fin he decidido dejarlo, ya no podía más, doscientos años con el mismo rollo que he tenido que desintoxicarme y al final, después de un largo tratamiento, finalmente estoy limpio... Pero no es nada de lo que estáis pensando bribones, ni me he quitado el mono del alcohol ni el de las drogas, con ellos sigo alegremente 🙂

Lo que he conseguido superar casi por completo es la adición a las cañas de spinning rápidas, y ahora os cuento como y sobre todo porque digo "casi".

En mi humilde opinión, y creo que hemos tratado este tema anteriormente - no recuerdo, estaba borracho - las cañas de spinning rápidas para el mar son una reliquia que por algunos años nos hemos llevado a cuesta al estar su procedencia muy ligada con lo que pasaba en agua dulce. Error. En agua dulce una caña rápida tiene algo de sentido, sobre todo porque te permite efectuar lances muchos más precisos y tener un mejor control sobre el señuelo. Imaginad pescar Bass con un chicle y clavar un pez con vinilo o con un paseante. Raro, raro, raro. ¿Pero en el mar? ¿Tenemos la misma necesidad o quizás sea algo más interesante poder lanzar más lejos?

Recuerdo que una vez estuve pescando por San Sebastián con unos amigos y uno de ellos, que tenía una tienda, al no llevar yo equipo me prestó una caña de spinning, o por lo menos algo que se le parecía. Aquello era lo más blando que he visto en mi vida, ni una antena de un 124 se doblaría tanto y un chicle podría haberse definido un objeto duro a su comparación. Aún exagerando no podría describir con exactitud cómo se doblaba aquello...en fin, seguimos que si no se me escapa lo que quería decir. Sin llegar a esos excesos, una caña de spinning con una acción medio rápida, que se cargue bien y que tenga un mango robusto que pueda levantar un pez luchador es todo lo que necesitamos. Así me lo aprendí yo.

Lanzo más porque consigo cargarla mejor, y no es poco. Aguanta más trotes , golpes y curvas indeseadas que en el mar están a la orden del día, la puntera se dobla más en la lucha, amortiguando golpes que de otra manera se repercutirían sobre la espalda y esto además se traduce en mayor diversión. Tienen un mayor rango de pesos que pueden lanzar. No es por llevar el agua a mi molino pero el ejemplo más claro que he tenido últimamente de este tipo de cañas ha sido la Fioretto FSM-762M, una pasada.

Lo del "casi por completo" que puse al principio se refiere al uso en agua dulce donde sigo creyendo que una caña con una acción rápida tiene sus ventajas. Últimamente, antes de recibir la Fioretto FSS-63M de 1/2oz estuve pescando con una vieja Sage de potencia parecida pero con una acción completamente diferente, mucho más chiclosa. Además de resultar muy poco precisa en los lances, asunto escabrosos si buscas carpas o barbos a vista, una vez metida en la lucha solía rendirse con una pieza de gran tamaño, y costaba mucho hacerse con el bicho. Eso tiene su ventaja porque reduce el riesgo de abrir el anzuelo o desgarrar la boca, pero por otro lado se deja correa libre al animal que siempre tendrá más opciones de encontrar un agujero o una rama donde meterse. Con la nueva controlo mejor donde meter el señuelo y sobre todo tengo a disposición un mango que si anzuelo e hilo aguantan vira la cabeza a la más tocha de las Carpas, dejando la pelea zancada en un pispas.

¿Qué opináis del delirio de este hombre de mediana edad? Estáis de acuerdo o no? Aquí estoy, con los ojos bien abiertos para leer vuestras ponencias. HastaluegoLucas

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¿Cuánto importan 10 centímetros? ¿Depende para qué? preguntarán de igual manera los que miden su entrepierna y se encuentran con escasez o abundancia de materia prima. Diez centímetros pueden ser un regalo cuantioso o un desmadre grotesco una vez sumados a los existentes, así que mejor lo dejemos como madre naturaleza lo decidió y volvamos  a lo nuestro, pandilla de juguetones, que siempre pensáis en lo mismo. En una caña, eso quería decir yo, en una puñetera caña para pescar a spinning.

Hay de todo en la viña del Señor y cada tanto me encuentro con amigos o clientes que se empeñan en defender la primaria importancia de llevarse la caña de 8’3” en lugar de 8”, la friolera de 7,5 cm (cada pulgada son 2,5 approx); un mástil, según los encendidos guerreros de la cruzada de las pulgadas. Como comprenderéis, resultan del todo inútiles mis apelaciones y recursos en el juicio que se celebra contra las varas más cortitas, que normalmente acaban en la hoguera, que se celebre San Juan o menos. Esos 7,5 o 10cm son trascendentes y no hay amenaza o cabeza de caballo a los pies de la cama que haga cambiar idea; una batalla más perdida de la de Custer en Little Big Horn. La conversación suele acabar con mi tienda tachada de los favoritos del cliente o mi nombre en la lista negra de los “pesados sin esperanza” y un ex - amigo que me borra de la agenda de su Smartphone.

Desesperado para mejorar mi vida social y recuperar los dos o tres clientes que me quedaban, expongo mi teoría al público ludibrio y que sea el pueblo que decida mi suerte: “verso pollice”, si precisa. Allá voy, que a veces me cuesta arrancar más que el coche del protagonista y la tipa espectacular que quieren fugarse de los zombis en una peli del terror.  Me pregunto, ya sabéis preguntón nací ¿realmente se consigue apreciar la diferencia de prestaciones entre una caña de 2,10m de una de 2,25m o, me da lo mismo, entre una de 2,40m y una de 2,55? ¿Estamos seguros de que con esos 15cm demás lanzamos veinte metros más lejos? O diez, si queramos ser más conservadores. Es cierto que pescando desde rocas altas tener una caña larga puede ayudarnos a mover mejor el señuelo porque conseguiremos mantener la puntera más cerca de la superficie, pero no es igualmente cierto que esa misma caña aportará alguna ventaja a la hora de sacar el bicho del agua – por cierto, otro tema de largas y penosas conversaciones que afortunadamente parecer ser una reliquia del pasado.

En los largos años que he estado pescando por varios sitios, raras veces he realmente echado en falta una caña más larga o más corta. Una vez quizás lanzando desde las rocas de la Graciosa con una varita de 7’ quizás me sentí un poco “enano” pero aparte ese episodio, en general me he apañado bien con cualquier cosa, y cuanto más corta la “cosa”, mejor me sentía porque podía, con movimientos más exactos y menos fatigosos, sacarle más provecho al señuelo. En el trópico he pasado de las Lamiglas de 8’6 a la Daiwa MuraMura de 7’6” sin por eso perder parte de mi virilidad o eficacia en pesca, quizás al revés. Lanzo casi igual de lejos, y sinceramente quedemoniomeimportadelanzarmásdeeso. Meneo el señuelo que casi parece que se pescar y durante la pelea controlo mucho más la situación, amén de cansarme la mitad. Lo mismo me pasa con el spinning nacional, ahora la caña más larga que uso es una 7’6 (2,25m) y si puedo busco una 6’6” (1,95m), que desde la borda de un barco me sobra.

Las ventajas que les veo a las cañas cortas son varias y ni sé si debería de mencionarlas pero ya que hoy estoy de buen humor entraré en detalle. A paridad de modelo/marca son más ligeras, parece una tontería pero no. Son más precisas en el lance, por si a alguien que pesca en mar, a estas alturas todavía le interesara. Ofrecen una mejor leva en combate, reduciendo – a paridad de potencia – los tiempos de las guerreas. Son mucho más manejables y ofrecen un control bien superior del señuelo, amén de dirigir la acción con más talante – la gana que tenía yo de usar este término – y exactitud. Una caña larga, bajo mi insano punto de vista pierde gran parte de esas características y gana un poco de distancia de lance, siempre que el sujeto lanzador - llamado también pescador - sepa sacarle provecho, y quizás puedan lograr una clavada más efectiva a larga distancia. Dicho esto vuelvo al tema principal de esta afiebrada historia, aún así, ¿esos famosos 7, 10 o 15cm realmente se aprecian tanto? Mi respuesta es un rotundo NO – en mayúscula por si a caso – y si alguien me dice che el con una caña de 7’6” consigue hacer cosas que no podía lograr con una de 7’ no le creo.

Ahora, una vez firmada una declaración tan extremista tengo que decir que todo podría cambiar si estuviéramos hablando de la pesca en agua dulce, la del Black Bass en cabeza, sobre todo para los que compiten. He tenido la oportunidad de hablar con varios de ellos, hasta gente que ha pescado el Bassmaster y tienen unas necesidades que nosotros, lobitos de mar, ni las soñamos. La precisión que requiere ese tipo de pesca, el control sobre el señuelo y la variedad de cebos que se usan, y de cañas para cada modalidad, la ponen en otro nivel bastante lejanos del nuestro. Raras veces, por no decir nunca,  nos encontraremos en la necesidad de colocar nuestro artificial en un espacio de dos metros cuadrados a quince metros de distancia, o de notar la picada de un bass resabiado pescando a un drop shot o un jig con tráiler en catorce metros de profundidad.

Nenes, diez centímetros no son na’, no merece la pena comerse el coco por tan poco. Como siempre digo en mis más sabios y aplaudidos discursos (¿?) dejemos de preocuparnos por la medida y aprendamos a usarla...la caña. Digo.

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