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Esta noche he soñado con la Lubina de mi vida, menudo bicharraco se había tirado a un señuelito de na’ delante del espigón del puerto de la Garrucha, embarcado el el Lolailolailo de mi amigo Chicho. Una pelea del terror y finalmente asoma la cabeza un burro que pasa los diez kilos, quince ¡qué demonios!, que es un sueño. Conmigo unos amigos, y otros más esperando nuestra vuelta en un pueblo de al lado.

El dilema se propone, ¿nos la llevamos para comer todos juntos (más de 15 pirsonas) o la soltamos? De haber estado solo no hubiese tenido problemas en decidir, pero tenía grandes presiones y ojitos de pena que me miraban, ni estuviésemos en Burkina Faso. Me asaltan las dudas, no sé qué hacer y de repente, entre un ronquido y otro pienso que a lo mejor un animal tan grande podría ser estéril.

Volviendo a la realidad y fuera de coña.

Sabemos que en determinadas granjas y para la repoblación de algunos lagos se utilizan peces triploides, animalitos modificados genéticamente que cuentan con tres juegos completos de cromosomas en lugar de los más tradicionales y bíblicos dos. Así de tuneados estos bichos nunca llegan a la madurez (sexuaaaaar) y siguen creciendo y creciendo y creciendo... En fin, una técnica que se usa con los salmones y trucha en las granjas y con los Black Bass en algunos lagos de EEUU, de los cuales salen tarugos de gran magnitud.

Ahora, como personita muy ignorante en el tema y sin estudio alguno de biología me pregunto si no pudiera ser que algunos de los bichos salvajes que llegan a acariciar ciertos tamaños récord, no podrían ser ellos también estériles debido a la avanzada edad y asimismo más propenso a engordar. A la pregunta sigue otra, ¿les dejamos llegar a poder alcanzar tal momento biológicamente incierto? Pero esta es otra historia.

Si alguien se sabe la respuesta que levante la mano, que vamos por orden. Vamos nenes que no tengo todo el día 🙂

Le estoy dando vuelta al tema de los spinnerbaits en el mar. Hace ya unos años, cuando pasaba más tiempo en el trópico que delante de este ordenador me llevé un par de ellos específicos para el mar a Cuba, y después de unos cuantos intentos decidí que aquello no marchaba. ¿Si no pican aquí, que está forrado de depredadores, como van a funcionar el nuestras aguas? Capítulo cerrado. Error. Punto y a capo. En las últimas salidas de pesca en aguas ibéricas he vuelto a probarlos, y esta vez no me han decepcionado. Nada del otro mundo, que quede claro, pero sí que algo han podido hacer. Aparece un rayo de luz, por lo tanto merece la pena seguir con la investigación. Ya sé que hay algunos que los han utilizado con éxito anteriormente, sobre todos en el río con las Lobas, pero ya sabéis como van las cosas, el San Tomás aquél “si no lo veo no lo creo”...ese mismo soy yo, en fin, cosas de mayores.

Lo curioso es que las dos especies que he podido engañar con ese artilugio son muy diferentes entre sí, y no he tenido agallas para meterlo en juego cuando había material de más porte, por aquello de que mejor lo malo conocido. Una dorada y una araña, de lo menos a lo más agresivo que haya podido encontrar y en el medio queda un mundo por descubrir. Ahora me entra una duda ¿y si te entra una Anjova en carne, como demonios la aguantas con el fino alambre del spinnerbait que se abre más que las piernas de una bailarina del Bolshoi?  Eso habría que verlo porque los americanos con los spinnerbaits sacan los Red Drum que tiran más que muchos de nuestros depredadores.

Lo del tráiler de vinilo es un tema a parte, hay legionarios que no lo quitarían ni bajo tortura y otros que le dan la misma importancia que un gato de escayola a un ratón de peluche. A mí me gusta, pos si, en primer lugar añade volumen al señuelo, lo estabiliza y encima emite más vibraciones. En este caso al tratarse de una cucharilla que ya de por si traquetea como una condenada, reducir los meneos no tiene mucho sentido por lo tanto le ponemos más y tantas pascuas, burro grande, ya sabéis.

Muy bien, llegados a este punto suelo ceder la palabra a los que quieran cogerla y escribir sus amables comentarios al pie de este imprescindible capítulo de la historia de la pesca en el mar.

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Para quien escribe, Internet ha sido una fuente inagotable de información que ha servido a formarme en una faceta bastante técnica de mi trabajo, la fotografía. Sobrevolando el espacio virtual he podido aterrizar en algunos sitos realmente ingeniosos, donde la simple voluntad de un individuo, o más de uno, que tenía ganas de compartir sus descubrimientos, abría la caja de pandora y dejaba testimonio de gran calidad al alcance de algún pringado como yo que iba lactando como ternero gordinflón.

Un poco lo que pasó en aquellos tiempos en los que el fórum de esta página así como muchos otros soltaban joyas para los que supieran pulirlas y adaptarlas a sus necesidades, zona y depredadores. Realmente este invento ha cambiado la forma de comunicarnos y siempre evoluciona, dejando obsoletos programas que hace solo tres años se creía que iban a quedarse allí para siempre. Ahora nos hacemos el tam-tam a través de Facebook y Twitter, chateamos por Whatsapp y hasta los sms en meno que cante un gallo estarán dando la vuelta de la esquina para acabar en el gran basurero tecnológico que habrá por algún lugar del planeta.

Si nos paramos a pensar por un momento en Facebook, para hacer un ejemplo, sabemos que ha tenido cierta influencia en alimentar la llama de la primavera árabe, un caso relativamente reciente. El señor Zuckerberg en su vida hubiese imaginado la portada de su criatura, semejante poderío en un programa que pretendía reunir amigos de la universidad y ver las fotos de las tías más buenorras. En fin, pisa fuerte lo virtual pero, personalmente no creo sea oro todo lo que brilla, dejad que me explique.

El problemón de Intennè es que el prolijo se queda en el semáforo y todo lo que supera las X palabras, resulta molesto y descartado “in nuce”, traducido al castellano, antes de empezar. Tremendo problema tiene este servidor para dejar sus borracheras literarias en tramos breves y sumas pequeñas, si se me escapara la tecladitis, y me veo en este momento de buen camino para que ocurra en el intento de poder acabar este tostón en manera decente, seguro que la mitad de la platea se quedaría vacía. Un click y estás en el olvido.

Entonces se ha desarrollado un lenguaje más conciso, directo y probablemente más moderno pero, mucho me temo, al mismo tiempo más superficial. Se cuenta menos, que en mi caso es seguramente de gran alivio para todos, y sin embargo en otros resulta limitante. Lo que finalmente quiero decir es que toda esta riada de información que nos llega nada más arrancar el router, es quizás más pobre, incompleta. Yo mismo, es muy probable, que me haya perdido algunos pasos tremendamente importantes sobre el manejo de mi cámara o sobre el uso de alguna luz simplemente por haberme retirado de la lectura de un escrito agonizante y considerablemente dilatado, hasta más no poder.

Esto, en el caso de la pesca se traduce en noticias relámpago en FB, que nada enseñan si no la foto del bicho y el invisible pero palpable ego del fisherman o alguna promoción de productos, al ser tal social media así de poderoso para la publicidad y el marketing de las empresas (inclusive esta, que no me estoy rajando, bribones). Detrás queda poco porque tampoco hay espacio, y en los tantos y brillantes blogs que se expanden por la web más que el paro en España, muchos de los intentos de elaborar conceptos de por si potencialmente interesantes se traducen en escaladas al Himalaya sin oxigeno, por lo que cuesta digerirlos.

En este momento me estoy tragando un libro así de tocho, la biografía de Mao Zedong, un excelentísimo señor que se ha cargado 70 millones de personas sin salir de su país, o sea todos chinos, en su mayoría pobres campesinos y enemigos políticos. A pesar de ser potencialmente un plomazo infumable resulta la mar de entretenido, y la cuantía de detalles e información es algo que me temo, jamás encontraré en la red. Seguiré mamando del www pero, por lo menos yo, no dejaré de desayunar buenos libros (acabo de encargar dos de técnica fotográfica a Amazon) que me pinten detallitos golosos, lamentando la falta de atención que genera el monitor y las limitaciones que me impone. Acabo aquí o no acabaré nunca, mejor aún, me voy a leer la biografía del genocida, no hay nada mejor antes de meterte en la cama.