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Le estoy dando vuelta al tema de los spinnerbaits en el mar. Hace ya unos años, cuando pasaba más tiempo en el trópico que delante de este ordenador me llevé un par de ellos específicos para el mar a Cuba, y después de unos cuantos intentos decidí que aquello no marchaba. ¿Si no pican aquí, que está forrado de depredadores, como van a funcionar el nuestras aguas? Capítulo cerrado. Error. Punto y a capo. En las últimas salidas de pesca en aguas ibéricas he vuelto a probarlos, y esta vez no me han decepcionado. Nada del otro mundo, que quede claro, pero sí que algo han podido hacer. Aparece un rayo de luz, por lo tanto merece la pena seguir con la investigación. Ya sé que hay algunos que los han utilizado con éxito anteriormente, sobre todos en el río con las Lobas, pero ya sabéis como van las cosas, el San Tomás aquél “si no lo veo no lo creo”...ese mismo soy yo, en fin, cosas de mayores.

Lo curioso es que las dos especies que he podido engañar con ese artilugio son muy diferentes entre sí, y no he tenido agallas para meterlo en juego cuando había material de más porte, por aquello de que mejor lo malo conocido. Una dorada y una araña, de lo menos a lo más agresivo que haya podido encontrar y en el medio queda un mundo por descubrir. Ahora me entra una duda ¿y si te entra una Anjova en carne, como demonios la aguantas con el fino alambre del spinnerbait que se abre más que las piernas de una bailarina del Bolshoi?  Eso habría que verlo porque los americanos con los spinnerbaits sacan los Red Drum que tiran más que muchos de nuestros depredadores.

Lo del tráiler de vinilo es un tema a parte, hay legionarios que no lo quitarían ni bajo tortura y otros que le dan la misma importancia que un gato de escayola a un ratón de peluche. A mí me gusta, pos si, en primer lugar añade volumen al señuelo, lo estabiliza y encima emite más vibraciones. En este caso al tratarse de una cucharilla que ya de por si traquetea como una condenada, reducir los meneos no tiene mucho sentido por lo tanto le ponemos más y tantas pascuas, burro grande, ya sabéis.

Muy bien, llegados a este punto suelo ceder la palabra a los que quieran cogerla y escribir sus amables comentarios al pie de este imprescindible capítulo de la historia de la pesca en el mar.

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A ver si me aclaro, ¿no eran las doradas aquellos pececillos entrañables que los surfcasters adoran y que se pescan con mejillones, tita o gusano de todo linaje? ¿No deberían de ser criaturas que andan buscando sus alimentos en el fondo sin que en su dieta aparezcan alevines o minitalla destinada a depredadores más serios? Este mundo amigos míos va del revés, os cuento una historia del terror, meter los niños en la cama.

Resulta que hace un año o algo más algunos empezaron a ver sus señuelos atacados por doradas de tamaños sospechosos, inclusive pequeñas que se tiraban a señuelos duros de 5 o 6 centímetros, que desde luego nunca jamás estuvieron diseñados para trincar espáridos por cuanto locos o drogados estuviesen. Finalmente la Dorada, a diferencia del “Bream” Australiano siempre ha estado arrinconado al banquillo de los depredadores,  juntos al Sargo quizás, que también en estos últimos tiempos ha cobrado un poco más de popularidad gracias al Rockfishing. Ahora resulta que se han vuelto majara y que son más agresivas que las Anjovas después del bunga-bunga y se lanzan hacía todo señuelo que las saque de sus casillas. Hablo por mi experiencia personal, y se que hay otros amigos que han hecho caminos parecidos, todo empezó con el Piper ese caramelito de Molix antaño puesto a remojo solo para engañar Black Bass sospechoso. En tres lances en un bajío del Delta se ganó los galones y en pocas semanas se había corrido la voz que había un imán al que las Doradas no se podían resistir.

Chachipiruli, ¡qué alegría haberlo descubierto, a lo mejor me suben el sueldo! Sin embargo, en estas sesiones de pesca mixta que de vez en cuando realizamos con equipos ligeros resulta que no es solo el Piper el matadoradas sino que estos pequeños asesinos disfrazados de corderitos se tiran con ganas a buena cantidad de ofrendas directamente derivadas del petróleo, sean blandas o rígidas. Suben a los paseantes, engullen gominolas como aspiradoras y le pegan algún que otro meneo a un buen jerk maniobrado con soltura. Po’ vale, tenemos un depredador más que añadir al listado de lospecesquemegustapescar, pero la historia no se acaba aquí ya que, en un largo día de paseo con los tobillos a remojo descubrimos que las Doraditas de las narices son como Pirañas que no se comen la vacas, pero atacan con violencia señuelos absolutamente inesperados. Con la edad uno se hace más sabio o más idiota, y supongo que a mi me ha tocado la segunda hipótesis, por lo tanto aprovecho dichosa demencia senil y meto en las cajas de los señuelos cosas que sinceramente no deberían de estar allí.

Esta vez traje un FS Spinnerbait de Molix, por si la mosca me dije, a lo mejor vamos al río y mola usarlo. Lo ato al bajo y en tres lances tenía una escuadrilla de Doradas siguiendo el spinnerbait : “¡Fíjate que monas, lo siguen pero no se atreven a atacarlo!” dije inocente a mi compañero de pesca, y al siguiente lance la puntera de la caña empezó a vibrar como el retrovisor de un Harley Davidson. Cada lance una nube de Esparidos llegaba a morder el señuelo hasta a un metro de los waders de este servidor, sin lograr quedarse enganchadas. Podía haber puesto un pequeño triple en el anzuelo y seguro que justiciaba la mitad de ellas sino lo que quería realmente era que una mamá dorada se metiese un buen almuerzo y posase para mi foto. Así fue, y una buena pieza se dejó seducir por el encanto de las falditas y palitas brillantes y me dobló la caña como un sauce. Llamé a mi compi más cercano y le dije de apresurarse con la sacadera porque esta no iba a durar mucho y así fue, se soltó cuando estaba a punto de meter mano al bajo y volvió a ganar su libertad. Un poco tristón dejé caer el spinnerbait en la caja y siempre en plan pequeño experimentador puse mano a un SV Craw de Molix montado con una pequeña cabeza TPower finesse. Empezaba una nueva aventura.

Lance tras lance el vinilo sufría torturas de cada tipo y después de tres o cuatros ametrallamientos volvía al hogar con menos patas que una pelota de baloncesto y hasta que no se me agotaron las reservas seguí disfrutando como un enano con semejante guerrilla, esperando siempre que el Godzilla de las Doradas decidiera meter fin el sufrimiento del pobre plasticorro. Podía haber recurrido a gomas más pequeñas, las tenía, pero no me interesaban las doradas pequeñas, quería el bicho, una vez más para la foto que para otra cosa. Al caer del sol volví a montar el FS Spinnerbait y empezó otra vez el traca-traca, pero esta vez se quedó la bicha y obtuve mi foto, más feliz que un asno con una canasta zanahorias. Mientras, había pegado Doradas con el Thasis, el Punitor y mis amigos iban por la doscientos cuarenta y siete con el Piper, el Gunfish y otros pequeñas diabluras. Así hemos llegado al final de esta historia de asesinos en serie que como el vecino del cuarto parecen  no haber matado un mosca y sin embargo se tiran a unos señuelos de reacción como un GT hambriento.

Hacedme caso nenes, este mundo va del revés.

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