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Pregunta: ¿No tienes nada mejor que hacer que escarbar en lo que queda de tu cerebro y buscar historias como esta? Pues no, allá va el tostón del día.

En mi última salida de pesca, a última hora de la tarde he tenido cuatro picadas de Barbos que se han soltado. En principio pensé que había sido culpa del señuelo, muy pequeño y con triples enanos pero al elaborar un poco más los eventos me fijé en un detalle importante que me recordó otra situación de alguna manera parecida.

Estábamos haciendo los últimos lances en un Boca Piedra, en los Jardines de la Reina en Cuba. El sol ya estaba bajo pero todavía muy fuerte, mi compañero y yo estábamos lanzando poppers cada uno por su lado. Resulta que yo estaba en el lado del sol y mi compañero con el sol de espaldas.

Lo que ocurría en aquel momento era que lanzando en dirección del sol o en diagonal yo tenía muchas más picadas y aciertos que mi compañero y si intentaba lanzar en su lado, también dejaba de tener picadas. En aquel momento, como ya me había suceso algo parecido en otras ocasiones, razonamos sobre el asunto y llegamos a la conclusión que probablemente los peces que tenían que perseguir la muestra con el sol de cara o bien dejaban de hacerlo, o ni siquiera lo veían o si de alguna manera decidían picar solían fallar porque salían al ataque prácticamente ciegos.

En un embalse de España, como decía al principio, me ha vuelto a pasar lo mismo, con el sol ya bajo con un ángulo que impide ver propiamente, los Barbos que atacaban mis jerkbait fallaban porque o bien no divisaban plenamente el artificial o porque les cegaba la luz, llevándoles a equivocarse. Son especulaciones, que quede claro, pero después de más de 40 años metiendo líneas a remojo - cuando el riego fluye - a uno se le enciende la bombilla y le da un par de vuelta más a las cosas.

Me gustaría mucho saber si os ha pasado algo parecido o si al leer esto recordáis situaciones parecidas que en un primer momento no habíais valorado.

Dos segundos de memoria y van que chutan. Así es lo que se dice que pueda recordar un pez, cosa que me parece absolutamente normal ya que mi cerebro funciona de manera muy parecida. La sola diferencia que muchas veces no llego ni siquiera a almacenar la información por tanto tiempo.

En fin, yo no sé de dónde ha salido esta historia de la paupérrima retentiva de nuestros amigos, pero es cierto que algo no me cuadra porque si la realidad fuese tan cruda probablemente no quedaría ni uno vivo en libertad; nuestro mayor orgasmo sería el de ir a ver las Lubinas en algún acuario, como en un desfile de alta costura, mirar y no tocar. Me explico, por lo que son más cortos que yo, si realmente los bischos no pudiesen almacenar nada en su reducida materia gris olvidarían por completo cualquier engaño al que han caído anteriormente y si a la primera, por suerte, pudieron librarse, no podrían contar con el angel de la guarda para la eternidad.

La impresionante industria que se ha creado para la pesca del Black Bass y de la Lubina debería quizás de indicar algo. No tendría sentido tanta renovación en los señuelos que se usan para estos dos depredadores por el solo empuje de marketing de las marcas, lo que es más seguro es que necesitamos refrescar nuestras colecciones porque con el tiempo es probable que empiecen a reconocerlos, más que por forma o colores, por movimiento y vibraciones. Lo bueno es que, después de unos cuantos años, sea factible que señuelos ya en desuso vuelvan a ser efectivos, porque llevan muchos años sin que los peces los vean.

Si recordáis se habló de esto en algún momento relacionándolo con la bajada de efectividad del jigging. Antes era la pesca más efectiva del mundo, ahora es una birria que no sirve pa’ na’. Dudo que se trate de un asunto que se pueda liquidar en una página de un blog, pero es siempre argumento de conversación también en un bar virtual como este y quizás, entre nuestros espabilados amigos, haya alguien que pueda alumbrar un poco.

Entonces... ¿pero de que estábamos hablando?

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El otoño avanza cabroncete este año, frío pelón y las castañas que arden. Asusta un poco como antipasto del invierno, vete tú a saber qué es lo que nos espera, mejor revisar la calefacción y la caldera, la mía de marca famosa es más mala que un hipopótamo haciendo volteretas laterales. Cada dos por tres me deja sin agua caliente mientras estoy en la ducha totalmente enjabonado y si no hay nadie en casa que venga en mi auxilio la paso canuta. Cosas del hogar que a pocos importan, tiramos p’adelante que no se cómo va a acabar esto.

A si...ahora recuerdo, estaba pensando en nuestros animalitos favoritos y como atraviesan las Navidades o la semana blanca, que me da lo mismo. Ya sé, algunos se quedan. Perezosos o adaptables no se alejan de su zona, inclusive se mantienen en forma comiendo de lo lindo una vez desaparecidos sus más cercanos competidores. Otros se van pero... no se van. Me explico, antes del lanzamiento de tomates, se iban mejor dicho pero ahora  han decidido establecerse por aquí una vez haberse encontrados más tranquilos y menos cercados, nunca mejor dicho. Así que tenemos a los rojos, no los de Mao sino los de Neptuno, que pastorean a sus anchas por las costas del Mediterráneo y en el embudo entre dos tierras allá donde las columnas de Hércules. No se van los jodíos ni a tiros y encima cuando llega el otoño vuelven a subir a la superficie deleitando grandes y pequeños.

¿Pero adonde van las Anjovas y los Palometones? Eso, chichos, me tiene muy intrigado. Desconsolado diría, sufro por ellas pobrecicas que migran para aquí y luego para allá, un trajín de narices para peces costeros que tampoco tienen el motor de un Atún. Pero al parecer pocos saben con exactitud las rutas de estos animales ni, por lo que tengo entendido, hay estudios científicos que avalen alguna teoría, pos claro, no tiene interés comercial y nadie se gasta un céntimo por ellos. Ni Fishbase ni Wikipedia se han enterado, y seguimos con lo mismo de siempre...que se van y se van, ya está. Lo que sabemos es que durante el avanzar de la temporada más fría se encuentran en buen número en el Estrecho, donde al parecer hacen un pit-stop, repostan a base de calamares y sardinas y probablemente siguen el viaje hacía las más cálidas costas del Atlántico norte africano. Digo yo claro, esta es harina de mi saco y se sabe que de biólogo como de listo tengo lo justo.

Aún así hay otro misterio, y es que no todos se van, algunos, quizás los más vagos o menos espabilados (o los más listos, vete tú a saber) se quedan y siguen dando alguna que otra alegría al pescador que los buscas en el Mediterráneo. ¿Y eso como se come? ¿No están todos los bichos regidos por los mismos patrones? ¿Habéis visto algún ñu o cebra que se queda en el Masai Mara cuando otros tres millones de cuadrúpedos se ponen en marcha para las cámaras del National Geografic que siempre los espera, vaya mala leche que tienen, en el río repleto de “cocolilos”? Vamos, estaría el mamífero acojonado de acabar solo aún teniendo seguro de vida y to’. ¿Y porque los peces van a su bola? Digo yo, si madre naturaleza les ha dicho que tienen que irse pues que se vayan, que sino aquí nos volvemos todos locos y no nos enteramos de nada.

En fin, cuando el jueves saldrá este delirante estornudo bloguero estaré intentando meter manos a uno de esos caprichosos y anárquicos animales en aguas del Estrecho. ¿A ver si este año se han quedado todos en el Med y me dejan sin ver cola? Es que de estos rebeldes no se puede fiar ni su padre...por cierto ¿reconocerán los padres a sus hijos?¿ Y a los nietos? Acabo aquí que la cosa va deslizando por un hoyo sin fondo y es horario de niños todavía. Saludos buena gente, que tengáis un buen fin de semana J

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