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Estos últimos días estoy pletórico, lleno de optimismo y con unas ganas increíbles que esta mugre que nos llevamos arrastrando ya desde hace casi un lustro se vaya finalmente al carajo. Me levanto de buen humor, trabajo como un burro, siempre veo la botella medio llena, y me encantaría poder transmitir algo de la energía que me electriza a quien necesite un poco para recargar las pilas. En fin, vamos a por todas y con esta post tiraremos directamente la casa por la ventana porque hablaremos de barcos, pero no de un barco cualquiera sino de "el barco", el que nos hace sudar en el sueño más que Gisele Bunchen y Alessandra Ambrosio juntas luchando en el lodo.

De momento he perdido la cabeza para los barcos de mi amiguete Andrea Lia, la serie AL de consolas centrales es a decir poco sensacional. La que más me pone es la AL25, un tamaño perfecto para pescar a jigging o a spinning, pero a lo que íbamos, de eso se trata aquí, de escupir el sapo que tenemos en la garganta y hablar de barcos bonitos y que nos gustaría mimar todos los días, limpiarlos, ir a verlos en el muelle cuando hace mala mar y finalmente sacarlos y dar rienda suelta a la caballería para pasar el día pescando con los amigos.

Aquí no hace falta esconderse o pedir que el paquete con los señuelos llegue a la dirección de nuestro primo para que la parienta no se enfade, esto es el momento del recreo, del sueño libre y que no cuesta ni un duro, o bien cuesta mucho, el tiempo que dediquéis para escribir vuestros comentarios, que para mi vale mucho 😉

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¡Allá va, el transalpino se ha vuelto loco! Pero si ya lo estaba! Ya es que con la edad y las enfermedades relacionadas con el envejecimiento ha empeorado 🙂 Ay pobre, si es que uno no se cuida y al final mira como acaba...ta...ta...ta...ta...ta...taaaa...taaaa...taaaaaaa....

De eso nada sinvergüenzas, ya os gustaría verme sentado en la silla babeando y sin saberme atar los cordones de los zapatos; para eso queda un rato así que sigo con mis tonterías virtuales (y reales pero esas no las enseño) y haciendo preguntas estúpidas a la gente inteligente, para ver como se manejan con necedades y bobadas.

Mi interrogación entonces es la siguiente: ¿Cuando nos haremos quitado de encima este interminable minuto de crisis, cual será el primer capricho, relacionado con la pesca obviamente, que nos regalaremos? ¿Que tenéis guardado en el cajón listo para salir a la luz y cumplirse?

Os cuento lo mío, mejor dicho los míos porque hay dos, uno egoísta y el otro más ambiciosos pero también más entrañable. El egoísta quiere llevarme a pescar en las Amazonas, en algún lugar de ese inmenso pulmón verde en cuyos ríos nadan criaturas tan interesantes cuanto poco conocidas. El segundo me empuja a llevarme a mis dos chicas a ver un cachito de mundo donde también podamos pescar juntos, ya que a ambas les gusta lo de lanzar señuelos, y sinceramente espero poder regalarme este plan familiar porque para el otro seguro que habrá más oportunidades.

Llegados a este punto la palabra pasa a vosotros, para que soltéis los antojos que hasta la fecha habéis reprimido, dando rienda suelta a vuestra fantasía y sobre todo, optimismo.

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El otro día me encontré en el congelador unas rodajas de pescado que había comprado mi mujer sin saber bien de que se trataba. Sobre el celofán una pegatina descolorida ponía "Tintorera", sin nombre científico ni más detalles. Vete tu a saber en realidad de que se trataba, me extraña que un escualo de ese tipo pueda acabar en los bancos de un supermercado. Fue liquidada en la parrilla y aconsejé a mi mujer que no volviera a comprarlo porque hay que evitar de alimentar ese tipo de venta, ya que de tiburones quedan cuatro y cuando se acaben, en los océanos, se va a liar una muy gorda.

Yo tampoco estoy exento de pecado, hace un par de años me encontré con una bandejita que ponía "Marrajo" y atraído por la fama de sus carnes lo compré y encima me gustó, pero nunca jamás repetí y eso que he vuelto a verlo varias veces. Este verano, en un supermercado en Roma había un corte de Marlin del Pacífico con tanto de nombre en latín, me sorprendió muchísimo y pregunté al pescadero porque lo tenía y añadí que no lo deberían de vender soltándole la charla del siglo.

No se acaba aquí el cuento porque sigo pecando mucho cuando se trata del Atún, no se resistirme a un buen lomo que limpio y congelo con cariño para transformarlo en carpaccio o a un nigiri de toro bien preparado, por el que podría llegar a pelearme con mi hija que se los come de dos en dos. Por el otro lado me inflo a pescado de piscifactoría y rara son las veces que compro algún que otro bicho de origen extractiva, bien por mi confundida conciencia bien por el precio que tienen.

Para una persona que ama pescar y comer pescado se presentan tiempos difíciles porque te pongas como te pongas de alguna manera estás "atacando" el ecosistema aceptando métodos de pesca destructivos o de acuicultura que desde luego no está exenta de culpas. Los pienos provienen en larga parte de pescado extraído del mar en toneladas y vendido a costes muy bajo, inclusive especies deportivas que tanto apreciamos. Más complicado si esta persona no tiene el mar cerca y no puede disfrutar de aquella esporádica captura para compartirle en la mesa con la familia, que sería un final coherente.

Sale luego el lado realista que dice que todo esto de alguna manera es inevitable, y que cambiar este sistema llevará mucho tiempo y algún que otro desastre biológico: así de burdo es el ser humano. Sigo royéndome la conciencia con mis dudas y mientras pido un SOS para ver si alguien comparte mis dudas e incongruencias.