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¿Y si la verdadera ventaja estuviese en el equipo ligero? No voy a entrar en el zarzal de la pesca light por antonomasia, simplemente quiero medirme una vez más con un tema que, según se van acumulando las primaveras en mi “silverback”, siento siempre más cercano. Me escribía hace unos días con Pedro, un amigo malagueño de antigua cosecha que me preguntaba que carrete acoplar a una Ron Arra 1084-2. En mis desvaríos electrónicos le contesté que había unos nuevos carretes de Daiwa que tenían una pinta estupenda y un ratio de recuperación de 6:1, perfecto para el spinning desde tierra dedicado a Palometones y Anjovas. Entre un bocado al “panino con prosciutto” y un trago de aguita ionizada sugerí el modelo de tamaño 3000, y aquí vino la pregunta que me dejó toda la tarde en blanco:” ¿Un 3000 no es pequeño para los bichos del Estrecho?”.

Ay Pedrito, ¿porque me haces esto? ¿No ves que soy un señor mayor con pocas ganas de batallas tecnológicas y respuestas arduas de argumentar? Así me dejó el hombre, con el jamón atravesado y el agua esparcida sobre el teclado por el síncope que me había dato. Una vez recuperado el control sobre mi cuerpo e intestino empecé a pensar de nuevo – venga, soltad la bromita que os la he puesto a huevo – y le solté un rollo de este estilo: “En realidad creo que un 3000 sería más que suficiente, recordarás que antaño hablábamos mucho de los Shimano 6000 o Saltiga 4500 para Anjovas y Palometones, y resultaron totalmente innecesarios, amén de ser unos ladrillos. En un Daiwa 3000 te entran 185m del 0,30 por lo tanto de trenza de 20 o 30lb entra una barbaridad, más de la que el más poderoso de los palometones pueda sacarte, siempre y cuando enganches semejante animal, y la gran ventaja que tienes es que un carrete más ligero te deja pescar más tiempo, lanzar más lejos porque estás menos cansado y si no pica nada...pues tus brazos por lo menos no estarán hecho polvos”.

Me quedé más ancho que una barrica de roble y así de satisfecho por mi máxima filosófica; una vez más había rebuscado en mis entrañas (¡y dale!) la solución a un problema de máxima importancia a causa del cual la humanidad entera había estado partiéndose los sesos por siglos. En estos últimos años he ido bajando el peso de la parte mecánica de mis equipos por la sencilla razón que saliendo a pescar regulín y pescando una cantidad tan modesta de peces de gran tamaño, lo que tenía me sobraba y tremenda pereza me suponía hacer otra vez levantamiento de pesos con uno de aquellos muertos que gastaba hace solo unos años. Esto desde luego no significa que quien pueda y le apetezca deba de dejar de usar carretes más potentes y pesados, pero para los que mirándose al espejo ven un hombre todavía muy guapo y en plena forma, pero con menos pelo, más canoso y una barriguita incipiente, quizás este podría ser un consejo válido.

En todas las salidas que he hecho al Estrecho, el banco de prueba quizás más extremo que haya en España en este momento, nunca jamás he echado en falta algo más del Certate 3500 que estaba gastando antes de que me hiciera con un Certate 3000H. Bonitos de muy buen tamaño, entre los más grandes que he visto y sacado en mi vida, Barracudas más cabreadas que la mujer del vecino, Lubinas de porte, Anjovas de muy buenas dimensiones y peso, todos rendido delante de un pequeño 3000 cargado de un trenzado de 20 o 30lb (nunca sé lo que tengo puesto en la bobina porque se me ha borrado lo que escribí cuando lo cargué).

He bajado de los casi seiscientos gramos del Saltiga 4500H a los trescientos y algo del Certate para llegar finalmente a los doscientos noventa del Certate H, unos trescientos gramitos de nada. ¿He perdido algo bueno en el camino? Pos, sigo preguntándomelo porque hasta la fecha no tengo la menor idea, lo que si me intriga es el proceso que me había llevado a usar el Saltiga, en algún momento de mi existencia, para pescar por aquí. Imagino que se trató de un revuelo del machote que llevaba dentro, cosas de la juventud. Así que Pedro, amigo mío, quédate tranquilo con tu Daiwa 3000 que va a cumplir con su tarea y si a caso un día te entra el palometón de tu vida y te lo vacía, pues ya sabes de la madre de quien te vas a acordar.

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Tengo como la sensación de que una temporada, etapa o milla de mi vida ha pasado. Acabo de ver un video grabado en Socotra con unos GT de tamaño descomunal y sinceramente, por interesante, emocionante y “adrenalinico” que pueda llegar a ser poco me llama la atención. El enfrentamiento cara a cara con unas musculaturas salvajes y poco piadosa de los años que un cristiano lleva en la chepa, me deja algo despistado, asustado quizás. En plan nenaza, por poco que me guste.

La última experiencia que tuve con un GT de tamaño XL remonta a Omán en 2010, con en la mano una Tokara prestada y unos días ociosos de aperitivo, en los que el máximo esfuerzo había sido apretar el disparador de la Nikon: estaba fuerte. Clavé el GT y ni le di tiempo de recordarse de su bendito abuelo porque en tres minutos estaba  al lado del barco preguntándose que demonios le había pasado. Sin embargo, hace menos de seis meses, en las azules aguas del Mar Rojo, un primo de infinitamente menor tamaño me hizo sudar la gota gorda, ¡lamadrequeloparióloquemecostóacercarloalbarco!

No sé si es la espalda que falla en el tríptico pero ese bicho tiraba y el abuelo resoplaba en búsqueda de una ayuda celestial que me ayudara a llevar a cabo semejante empresa. No llegó y me tocó hacer todo solito, subió a bordo y me alegré de que aquella tortura había llegado a su fin … antes que yo. Falta maldad. Falta agresividad. Se lo toma uno más “tranqui” y no puede ser, el trópico VIP exige concentración, mala leche, el “body” y el firme y imperturbable deseo de hacerte con la pieza. Tontería la justa.

Si pongo el mecanismo atrás recuerdo que a mis clientes tropicales primerizos les decía justamente esto, de estar concentrado y básicamente ser malos, agresivos y competitivo. Así se la gastaban los buenos, pasando por encima del cadáver del otro para el Big One: “no rest for the wicked”. Luego la vida pone a cada uno en su sitio, en el momento oportuno el reloj cambia de sinfonía y te encuentras más a gusto con las Lubinas que los Atunes, bichos horrorosos por cierto. ¿Se queda satisfecho el tito o simplemente la biología del humano cuerpo ha conmutado el carril y empezado un camino menos tortuoso? La verdad es que poca importancia tiene todo el asunto, lo que me queda de rabia lo conservo para mis amigas de escamas rojas y el diente de perro que nunca llegó, el resto de las fibras las dedico por completo a una pesca mediana sin pick up que se arquean y vertebras que crujen.

Como el que se vuelve vegetariano cambio de coche y del Hummer subo en un Mini, coqueto y rápido pero con menos músculos y el cambio tiptronic, porque al final lo que es cómodo...pues eso, es cómodo. No voy a pasar al carrete eléctrico por aquello de la decencia, dignidad y amor propio, pero si que del 6000 bajo al 3000 sin pena ni infamia, y me lo sigo pasando como un enano. Veinte o treinta libras amigos, es lo más poderoso que este cuerpecito aguanta, y voy que chuto, en cuanto a trenzas se refiere. Aguanto a Metallica todavía, y a volumen bien alto, pero los GT grandes como un burro preñáo los dejo a los jóvenes rampantes; tienen más de esto y aquello, y las ganas de dejarse los riñones por ello, que por cierto, acabo de descubrir que tengo solo dos ¿Qué pocos no?

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Finesse tropical....

¿Será una moda pasajera o se quedará para siempre? Recordamos todo lo que pasó en su momento con el jigging, que subió como la espuma para luego volver rápidamente a su cauce y normalizarse, como otra técnica de pesca con señuelo. La gran diferencia es que en su momento al carro del vertical se apuntaron muchos oportunistas provenientes de otras técnicas (cebo, fondo, volantín, curricán) que vieron en el jigging una manera de aumentar talla y cantidad de capturas, y que por nuestra inmensa suerte al bajar las capturas han vuelto a sus menesteres habituales. Con el Rockfishing estamos en un ámbito algo diferente, en primer lugar es una especialidad muy técnica estrechamente vinculada al spinning, y que no se práctica para el tamaño de las capturas sino exclusivamente por el disfrute que proporciona.

El hecho de que sea tan técnica mantiene lejos los cafres del "me llevo todo con lo que sea" porque aquí hay que currárselo un poco más utilizando materiales finesse que no todos saben manejar y sobre todo, ¿si no es para divertirse que interés puede haber alguien en aprender una técnica nueva y tan minimalísta para sacar un rascacio de 80 gramos en un puerto?

Al principio no veía demasiado interés en ir buscando pezqueñines entre los bloques de hormigón, pero poco a poco me ha entrado la curiosidad ya que amigos que respeto mucho como pescadores me hablaban de lo entretenido que llega a ser. En unas aguas como las nuestras, donde la presión de pesca se hace cada día mayor, entiendo que esta especialidad nacida en Japón, otro país con problemas de sobrepesca, haya podido llegar a enganchar a tanta gente. Además, para muchos spinners la llegada del frío corresponde con un parón de la actividad de pesca (a parte casos de pesqueros muy concretos) y el Rockfishing es como una inyección de gasolina fresca que permite seguir pescando a lo largo de todo el año.

En fin, me alegro que haya surgido algo nuevo y ver que poco a poco se va creando un cultivo de expertos locales como Sam Bosch que nos emocionan con sus pequeñas pero muy trabajadas capturas. Además, y esto me pone aún más curioso, para los amantes de la fotografía se presenta un nuevo reto ¿como vamos a hacer las famosas retrateras? Cambia completamente el concepto, y a lo mejor se abandona el gran angular en favor del macro, pudiendo jugar con bonitos desenfoques y primeros planos llenos de detalles.

Adelante entonces con la micropesca, de momento servidor que sigue empeñado 🙂 en vivir de esta afición ha puesto en la tienda una página exclusivamente dedicada al Rockfishing donde poco a poco iré añadiendo novedades

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