En este atareado mundo del Web 2.0 comunicamos mucho, rápidamente, sin pausas, prácticamente enseguida, pero también lo hacemos de una forma escueta, sucinta, que deja mínimo o ningún espacio para el adorno del texto, hasta abreviando las palabras estilo sms.

Sinceramente, lo detesto. Nunca he sido el campeón de los resumen, raras veces he podido expresar un concepto con tres palabras en lugar de diez y a menudo me he llevado broncas de los editores jefes de las revistas por la longitud de mis escritos. Así soy de prolijo y cansino.

La pantalla del ordenador establece los límites insuperables de la literatura virtual. Si escribes más de x palabras eres texto muerto, no te lee ni el tato ¡maldita sea! Escribir de pesca no implica necesariamente que debas de escribir mal y poco, también hay cositas interesantes que contar, detalles para ampliar y embellecer el tema y muchos sentimientos y alegrías que compartir con quien tiene la paciencia de leerte.

El tiempo a disposición tampoco ayuda, siempre digo (me lo digo a mi mismo) que el día que gane la lotería me pondré a escribir seriamente, sin el agobio de tener que sacar calderilla para comprar el pan y sobrevivir en el caprichoso mundo de los políticos inútiles y bancos usureros subvencionados. Ya me veo, una casa en el campo, un lago a poca distancia donde ir a echar un lance cuando se adormece la musa, y una vieja Olivetti Lettera 32 con una montaña de papeles apilados que esperan juicio.

Hoy me gustaría escribir un artículo detallado y con abundancia de información sobre el Eging, la pesca al lance para los cefalópodos, pero de ello no entiendo ni papa y me toca callar. Chitón. Pues no, porque al no entender, en lugar de opinar siempre puedo preguntar, a ver si aprendo. Por ejemplo me intriga mucho saber en qué se diferencian los diferentes tipos de pajaritas que se usan para este spinning a los tentáculos. ¿Sabe alguien contestar a eso?

Abajo tenéis la posibilidad de dejar vuestros comentarios, que empiece la conversación, si así os apetece.