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Consejos sobre como afrontar un día de pesca caluroso - Así habló Gines - 

Así habló el amigo Gines (abajo sus comentarios en negrita) en aquel post que se llamaba Como Ir a pescar sin morir en el intento.

He de decir que le he hecho muy caso y a pesar de que estamos ya en modalidad invierno, no viene mal recordar aquellas sabias palabras que personalmente, en buena parte, he seguido. "

"Ufff , cuidado con los golpes de calor , pueden ser peligrosos , el agua importantísimo , y alguna bebida que aporte sales minerales también como la que señalas , también es importante no ser muy ansias y descansar de vez en cuando (aunque esto es difícil ja ja ja )."

Con lo del agua estamos, lo de no ser ansia ya cuesta más pero la edad ayuda.

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Yo suelo llevar ademas el típico plátano o algo de fruta , pero si lo consideras incomodo de transportar unos dátiles también aportan los necesario de azucares y ocupan poco espacio , buena idea lo de las barritas energéticas , no había caído y suelo tener en casa.

Lo de las barritas lo tengo claro, hasta me toman el pelo por ello, pero he descubierto dátiles y frutos secos, lo digo por lo de los calambres

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En cuanto al calzado yo uso las Forclaz 500 de Quechua , botas de caña alta , que te sujetan el tobillo , totalmente impermeables , transpirables , con buen agarre y muy cómodas y lo que es mejor baratas.

Ya las he comprado

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Por otro lado , mi mujer siempre sabe donde voy y tiene el teléfono de Luisma que es el compañero habitual de pesca y que conoce los sitios como yo , así en el caso de ir solo y pasar algo el puede localizarme , y al contrario, su mujer tiene mi numero de teléfono por lo mismo.

También este punto ha sido activado, he pasado a la parienta el teléfono de mi "ciprinidae guru"

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Otra cosa que he hecho en el móvil es poner el numero de teléfono de mi mujer el primero en mi lista de contactos , eso se hace poniendo delante del nombre del contacto “Aa” y el nombre del contacto , de esta forma siempre está el primero en la lista de contactos y los responsables de primeros auxilios lo saben.

Aquí no he llegado, me había perdido el párrafo, voy a hacerlo.

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Espero haber aportado algo , y me alegro que al final la cosa solo quedara en un susto y anécdota.
Un saludo

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Has aportado mucho amigo Gines, se agradece y el verano que viene también gracias a ti iremos más preparados.

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Te dicen que el viaje puede ser duro y tú no te lo crees, siempre piensas que son todos unos exagerados y para un chaval como tu eso va a ser pan comido. Pos te equivocas nene porque a veces el viaje puede llegar a ser más duro de lo que consiguen hacerte entender y entonces las pasas canutas, ahora te cuento.

pesca barbos a moscaMe dice mi gurú de ciprinidos que nos vamos p'allá que hay muchos Barbos Gitanos y que lo vamos a pasar de cine, que son muy agresivos, que hay un huevo y que se te comen hasta los zapatos. También me dice, vete preparado que el embalse es duro de narices. Sonrío hacía mis adentros, ¿no sabe el nene que camino una hora al día y que hace nada me paseaba la Graciosa con puestos unos waders de pvc? Bien, de todas maneras le hago un poco de caso y me militarizo. Empezamos el día con los camel llenos de agua hasta arriba, fresquita, dos litros para mí y tres para el jovenzuelo por si las moscas. Empieza la guerra y al principio pensaba yo que me había engañado, la orilla era llana como una autopista y los barbos se comían las moscas pero no querían saber nada de mis micro vinilos para rockfishing que astutamente había puesto. Cagienlamar con los barbitos de las narices. Pon el Jubarino. ¿Que no pesáo!

barbo gitano pesca Después del espejismo la realidad te da en la cara como un directo de Tyson, empiezan las orillas escarpadas donde viven felices los Muflones y las Cabras Montesas. Mis nuevos zapatitos de trekking hacen lo que pueden pero un calcetín algo fino deja demasiada holgura y no voy a gusto. Además empieza a hacer calor y la ingesta de agua se hace más frecuente. Los barbos siguen sin querer mis señuelitos de goma. Pon el Jubarino. ¡Que no pesáo!

Avanza el día y el sol empieza a cocer cerebros y cuerpos deshidratados que siguen tirando del camel a ritmos siempre mayores. Mi gurú ya ha sacado un par de bichos y perdido unos cuantos más, servidor no se ha comido todavía una rosca. Pongo un popper de 65mm, un prototipo de Molix muy chulo. El primer barbo se tira como si hubiese visto un plato de caviar, saca la cabeza y abre la boca pero no consigue enchufarlo y se va enfadado. Así pasa con otros cinco o seis peces. Algo va mal. Pon el Jubarino¡Que no pesáo!

Pues al final va a ser que si. Lo pongo y en menos que cante un gallo estoy peleando un barbo que ha entrado como un bendito. Mira que se lo dije que tenía que poner el Jubarino y él erre que erre seguía insistiendo que no era el señuelo adecuado. Ya sabéis como son los de la mosca, un poco raritos. Al final con tantas plumas y colorines se les va la pinza y te lían, menos mal que está aquí un pescador experto que siempre sabe como salir del paso. 😀 Se decide comer algo, que ya es hora pero los estómagos no estaban reclamando exactamente proteínas sino más bien H2O, sin embargo al cuerpo humano también hay que echarle gasolina, sino no avanza. Seguimos el Calvario y mi pie derecho, al unísono con mi muslo izquierdo deciden abandonarme. Los calambres me atacan ferozmente y de repente me encuentro en el suelo retorciéndome como una culebra - ya sabéis, un poco de dramatismo sube la audiencia - y lloriqueando como una niña a la que han quitado su Barbie favorita. El gurú me mira con cara de pena y se para bajo un árbol, al final la pausa le ha venido bien.

foto de Jorge Fernández

De aquella manera consigo recuperarme y acabar la zona más jodida que me he paseado en los últimos quince años y al llegar abajo tomo la decisión de meterme completamente vestido en el pantano, cuya temperatura solo podía paragonarse a la del Mar Rojo en Julio. Como Moisés salgo de las aguas y reanudo mi camino aterrador que me concede la alegría de otra picada al ladito de la orilla con el barbo que sale volando, ni siquiera enterándose de que le había pasado. Decidimos dar por zancada la pesca y con los camel vacíos subimos el Gólgota que nos tenía que llevar de vuelta al coche. Con la garganta más seca que una duna del desierto poco a poco nos hacemos con la cuesta, y entre alucinaciones y principios de colapsos conseguimos llegar al coche donde en rápida secuencia damos cuenta de dos colca-colas y dos litros de agua, intentando recuperar los líquidos que habíamos dejado en el camino.

Ya de vuelta en el coche mi muslo izquierdo - el que había soportado la mayor labor al estar a monte de las laderas y del constate desnivel del pantano - se vuelve loco y empiezo una batalla con un calambre titánico que me agarrota como un cangrejo y me deja probar por quince minutos algo semejante a una tortura china. Solo consigo recuperarme delante de dos tubos de cerveza con limón, antes de seguir el camino hacia la Capital, feliz por mis primeros barbos gitanos y por haber sobrevivido al infierno en el que me había metido el gurú, un serial killer que se divierte a cargarse viejitos aventureros.

Me lo pasé pipa.

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Se echa un poco de menos el calor del trópico, yo no soy persona de frío, hiberno como los osos y a partir del primero de noviembre ya estoy con la cuenta atrás esperando que la primavera vaya subiendo las temperaturas y preparando nuestros cuerpos al  espléndido verano. No me queda nada. Sin embargo, hace ya un par de semanas, abrigado con dos pares de calcetines y más capas que una cebolla roja aguanté y disfruté como un enano de las rígidas temperaturas que repartía el Estrecho. No me hicieron trabajar na’ esos dos delincuentes con los que compartía quilla, prácticamente me quedé de fotógrafo todo el día porque no paraban de sacar bichos los muy jodíos. Ya vez, los jovenzuelos pasándolo bien y el abuelo currando, eso no puede ser.

Pero ese calorcito... No solo se trata de no pasar frío sino más bien de pasar calor, algo que los huesos, por lo menos los míos, agradecen. Sentarse en la terraza del lodge o en el puente del barco de charleta sin tener que ponerte ni un triste jersey de algodón, y en pantalón corto, que gozada. Y el vinito blanco que entra como una bendición, o esa cerveza espumosa. Que claro quede, falta no hace irse hasta el medio del planeta para disfrutar de todo esto, un junio cualquiera en L’Ampolla te proporciona emociones similares y encima, a lo tonto, te ahorras 3000 eurillos, que ya han dejado de crecer en los chopos.

En menos que cante un gallo estamos repartiendo regalos debajo de las ramas de un abeto, orgánico o de plástico, y atiborrándose a pavo o marisco, los que puedan, o lo que ofrezca Caritas para muchos, demasiados diría para este siglo XXI que se ha levantado con el pie izquierdo. Pero hasta que se empañe la ventana cuando me acerque seguiré hibernado, esperando a que las marmotas salgan del agujero para asombrarme una vez más delante de la naturaleza que resurge quitándose de encima la brutalidad del invierno. Me parece que me quedan unos meses en dique seco, sin Lucios ni Lubinas, habrá que aguantarse y seguir asomando la cabeza de la cueva de vez en cuando, para ver si sale algún brote que trae buenas nuevas. Eso sí, seguiré escribiendo, que me lo pide el cuerpo

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