No me voy a extender mucho pero quiero compartir con vosotros, en plan sesión de psicoanálisis colectiva, algo que me pasa cuando voy a pescar. Sucede que hay días que por alguna razón llegas a tu día tan esperado con un cabreo olímpico. Pues a mi, sin duda, me afecta un porrón. Me explico, ese mal estar que me acompaña influye negativamente sobre el desarrollo de mis funciones básicas que en condiciones normales me permitirían desarrollar una acción tan sencillas como hacer un nudo.
Entiendo que hay personas que consiguen llevar disgustos, enfados o preocupaciones con sublime indiferencia pero desafortunadamente no pertenezco a esta raza superior y los marrones me los como con patatas, hasta me los llevo de viaje allá donde me vaya. En práctica si llevo el mal rollo pegado a la chepa empiezo a hacer muchas más estupideces de lo habitual; lanzo mal, se me hacen enredos y fallo las picadas, pero sobre todo hasta haciendo lo que más me gusta no le encuentro el puntillo y no consigo disfrutar como debería.
Ese es otro punto interesante ya que no siempre, aún con un par de días de pesca por delante, consigo olvidarme de los problemas si es que he llegado con ellos. Si se trata de un asunto de poco calado puede que desaparezca tras la picada de una hermosa lubina que pone las cosas de nuevo en su sitio con la inestimable ayuda del ego, sin embargo si el problema es gordo mucha lubinas debe de haber para que se allane y encima, ya que me pongo a pescar como un macaco borracho difícil será que me pique una sola.
Cuando avanzo con el corazón ligero y la mente despejada todo sale bien y no estoy hablando de capturas extraordinarias o de un pez tras otro sino que simplemente la cosa marcha, disfruta este servidor como un gocho en el lodo y si cabe me voy más feliz de lo que he llegado. Así van las cosas y así os las hemos contado, y ¿como lo lleváis vosotros el tema de las emociones? Os dejáis afectar como este pringado o sois más fríos que una merluza de Pescanova?
Abe
Yo los pongo en los zapatos y nada más llegar al pesquero lo que hago es meterme en un charco, bromas a parte, no es algo que me afecte, al contrario voy precisamente para olvidarlos aunque solo sea el rato de pesca.
Juan Antonio
Me tengo por persona responsable y exigente..., y cuando estaba en activo en mi vida laboral tenía la inmesa suerte de tener esa válvula de escape que es la pesca..., y durante el tiempo que la practicaba estaba como en otra "dimensión", y muchas veces después de terminada la jornada me quedaba tan relajado que incluso en muchas ocasiones me servía para "ver" los diferentes enfoques que podría dar para la solución de esos problemas.
Ahora ya prejubilado procuro disfrutar el mayor número de jornadas de pesca...
Saludos
Gines
Yo hace tiempo que "aprendí" (con ayuda de medicamentos varios y psicologo) a darle a las cosas un "poco menos" de importancia de la que tienen , y ahora ya empiezo a disfrutar de una jornada de pesca el dia antes de salir , quizá para mi la pesca a sido una de mis grandes aliadas a la hora de salir de el "agujero" donde me metí por culpa de llevarme los problemas a todos sitios y todo el rato , me ha servido de medicina total , por eso la disfruto tanto aunque no saque nada , y llego a pie de pesquero con buen humor siempre , no se si influye en algo llegar bien o mal , pero el año y pico que me estuve "mal" cogí mas pescado que nunca , y eso que a los 5 lances me tenia que sentar porque me mareaba.
Cuidadin con comerse mucho el tarro , no lleva a nada bueno y ademas cuando se está pescando hay que estar en lo que se está
saludos de un ex-depresivo
Dan Kafka
Macho, has clavado lo que me pasa a mí.
Si bien es cierto que la mayoría de los problemas no quedan más allá del primer enroque (un dolor se quita con otro mayor), más cierto aún es que a veces casi dejo de pescar por ellos. Parece como si me sitiaran el cerebro y me dejaran a pan duro con agua, sin más salida que pensar en ellos.
También es real como la vida misma que este amargo estado emocional ataca la concentración y el disfrute. Se convierte casi en patológico, en una fulminante ataxia. Y por supuesto, el disfrute de la deseada actividad se reduce a cero. Es lo que los psiquiatras llaman distimia.
Animo. No estás solo.