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Te dicen que el viaje puede ser duro y tú no te lo crees, siempre piensas que son todos unos exagerados y para un chaval como tu eso va a ser pan comido. Pos te equivocas nene porque a veces el viaje puede llegar a ser más duro de lo que consiguen hacerte entender y entonces las pasas canutas, ahora te cuento.

pesca barbos a moscaMe dice mi gurú de ciprinidos que nos vamos p'allá que hay muchos Barbos Gitanos y que lo vamos a pasar de cine, que son muy agresivos, que hay un huevo y que se te comen hasta los zapatos. También me dice, vete preparado que el embalse es duro de narices. Sonrío hacía mis adentros, ¿no sabe el nene que camino una hora al día y que hace nada me paseaba la Graciosa con puestos unos waders de pvc? Bien, de todas maneras le hago un poco de caso y me militarizo. Empezamos el día con los camel llenos de agua hasta arriba, fresquita, dos litros para mí y tres para el jovenzuelo por si las moscas. Empieza la guerra y al principio pensaba yo que me había engañado, la orilla era llana como una autopista y los barbos se comían las moscas pero no querían saber nada de mis micro vinilos para rockfishing que astutamente había puesto. Cagienlamar con los barbitos de las narices. Pon el Jubarino. ¿Que no pesáo!

barbo gitano pesca Después del espejismo la realidad te da en la cara como un directo de Tyson, empiezan las orillas escarpadas donde viven felices los Muflones y las Cabras Montesas. Mis nuevos zapatitos de trekking hacen lo que pueden pero un calcetín algo fino deja demasiada holgura y no voy a gusto. Además empieza a hacer calor y la ingesta de agua se hace más frecuente. Los barbos siguen sin querer mis señuelitos de goma. Pon el Jubarino. ¡Que no pesáo!

Avanza el día y el sol empieza a cocer cerebros y cuerpos deshidratados que siguen tirando del camel a ritmos siempre mayores. Mi gurú ya ha sacado un par de bichos y perdido unos cuantos más, servidor no se ha comido todavía una rosca. Pongo un popper de 65mm, un prototipo de Molix muy chulo. El primer barbo se tira como si hubiese visto un plato de caviar, saca la cabeza y abre la boca pero no consigue enchufarlo y se va enfadado. Así pasa con otros cinco o seis peces. Algo va mal. Pon el Jubarino¡Que no pesáo!

Pues al final va a ser que si. Lo pongo y en menos que cante un gallo estoy peleando un barbo que ha entrado como un bendito. Mira que se lo dije que tenía que poner el Jubarino y él erre que erre seguía insistiendo que no era el señuelo adecuado. Ya sabéis como son los de la mosca, un poco raritos. Al final con tantas plumas y colorines se les va la pinza y te lían, menos mal que está aquí un pescador experto que siempre sabe como salir del paso. 😀 Se decide comer algo, que ya es hora pero los estómagos no estaban reclamando exactamente proteínas sino más bien H2O, sin embargo al cuerpo humano también hay que echarle gasolina, sino no avanza. Seguimos el Calvario y mi pie derecho, al unísono con mi muslo izquierdo deciden abandonarme. Los calambres me atacan ferozmente y de repente me encuentro en el suelo retorciéndome como una culebra - ya sabéis, un poco de dramatismo sube la audiencia - y lloriqueando como una niña a la que han quitado su Barbie favorita. El gurú me mira con cara de pena y se para bajo un árbol, al final la pausa le ha venido bien.

foto de Jorge Fernández

De aquella manera consigo recuperarme y acabar la zona más jodida que me he paseado en los últimos quince años y al llegar abajo tomo la decisión de meterme completamente vestido en el pantano, cuya temperatura solo podía paragonarse a la del Mar Rojo en Julio. Como Moisés salgo de las aguas y reanudo mi camino aterrador que me concede la alegría de otra picada al ladito de la orilla con el barbo que sale volando, ni siquiera enterándose de que le había pasado. Decidimos dar por zancada la pesca y con los camel vacíos subimos el Gólgota que nos tenía que llevar de vuelta al coche. Con la garganta más seca que una duna del desierto poco a poco nos hacemos con la cuesta, y entre alucinaciones y principios de colapsos conseguimos llegar al coche donde en rápida secuencia damos cuenta de dos colca-colas y dos litros de agua, intentando recuperar los líquidos que habíamos dejado en el camino.

Ya de vuelta en el coche mi muslo izquierdo - el que había soportado la mayor labor al estar a monte de las laderas y del constate desnivel del pantano - se vuelve loco y empiezo una batalla con un calambre titánico que me agarrota como un cangrejo y me deja probar por quince minutos algo semejante a una tortura china. Solo consigo recuperarme delante de dos tubos de cerveza con limón, antes de seguir el camino hacia la Capital, feliz por mis primeros barbos gitanos y por haber sobrevivido al infierno en el que me había metido el gurú, un serial killer que se divierte a cargarse viejitos aventureros.

Me lo pasé pipa.

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Hace unos días Jackson me ha enviado su nuevo catálogo y una muestra del nuevo Artist 180 Slim (todavía no disponible), una virguería de señuelo larguilucho y totalmente anoréxico. Me gusta, mejor dicho, me gustan por alguna extraña razón, de la que se me ocurren de vez en cuando, me dan mucha confianza estos señuelos tan finos. Más que los otros.

No existe una explicación racional para lo que acabo de afirmar, probablemente en natura hay más peces regordetes que delgados y la consecuencia debería de ser que señuelos más anchos y gruesos tengan más éxito. Y a lo mejor lo tienen, pero el diseño puede con mi lógica y me vendo por un plato de lentejas.  Así que llevo una semana con el Artist encima di mi mesa de trabajo y entre una paliza al teclado y otra lo cojo, le echo un vistazo, juego con los sonajeros y vuelvo e dejarle en paz por un rato. Desde que he empezado a trabajar con Molix el tema del diseño de los señuelos ha dejado una huella bien definida dentro de mi débil cabecita, y me gusta observar cómo se desarrollan los prototipos, desde que llega el primero hasta que sale el producto acabado, con todas las mejoras a las que está sujeto a lo largo del parto.

No es por nada que el Audace siga siendo uno de mis “slim” favoritos, un buen ejemplo de diseño arriesgado y novedoso, más innovador por ejemplo del  Tide Minnow Slim, señuelo excelente y bien bonito, pero de corte más tradicional. Leí por algún lado que este tipo de artificiales se crearon para aquellos momentos en que se mueven mucho los Lanzones, de silueta tan escuálida y riquísimo alimento para las golosas lobas del Atlántico. Me lo creo, no por nada el hombre es el animal más inteligente (aunque a veces no lo parezca) que pisa la tierra. Observa, analiza, estudia y finalmente se inventa algo para salirse con la suya y progresar. En la pesca mucho se ha avanzado desde que vieron la luz los primeros señuelos pero, si os fijáis un momento, el Rapala Original Floater tampoco se podía definir obeso, ¿era quizás el precursor de los “slim”?

¿Qué opinión os merece este tipo de señuelo? ¿Le encontráis alguna ventaja práctica a la hora de contar picadas y capturas o ni fu ni fa, en fin más de lo mismo? ¿Qué tipo de pez pasto ronda por vuestros lares y cuál sería el señuelo que más se le asemeja? Y finalmente me gustaría saber si las migraciones de los cardúmenes de carnada asumen importancia en cuanto entran en vuestra zona de operaciones, tanto que hay que adaptar el estilo de pesca y obviamente los señuelos a utilizar.

Os dejo con unas cuantas preguntas y la curiosidad de escuchar la palabra de los ribereños, siempre al loro sobre lo que pasa en su entorno. Gracias

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Este paseante me tiene loquito, bueno en realidad hay muchos paseantes que me gustan pero este tiene una cosita que me hace “muscho” tilín. Se mueve como una bailarina de samba menándose de aquí p’allá de manera sensual y embaucadora. Es un bribón de dar y tomar. Resulta que llevo unos meses detrás del nuevo WTD 110, desde que tuve en mis manos el primer prototipo que finalmente fue ligeramente modificado hasta llegar al modelo que está ahora en la tienda.

Para un sujeto que pesca sobre todo en agua salada y que además está bastante enfermizo con el tema del top wáter, la llegada de un paseante de tamaño interesante ha sido como la aparición de los Reyes Magos en el bar de la esquina. No he seguido personalmente el desarrollo y las modificaciones pero llámala casualidad o lo que quieras, Vincenzo, el que lo ha puesto a punto, ha llegado a la misma conclusión a la que hubiese llegado yo. Un paseante con su propia personalidad.

Así es. Lo lanzas, muy bien por cierto, y el menda se planta en el agua y desaparece por un segundo. Finalmente, una vez satisfecho de su exploración subacuática emerge, asomando la punta de la cabeza y dejando el resto del cuerpo a baño maría, en posición casi vertical. El equilibrio está medido al milímetro, sin compromisos, lo que se ha buscado ha sido el mejor movimiento en agua. Amén. Con la puntera de la caña le llamas a ti, se sacude cuatro gotas y avanza mirando coqueto por los dos lados sacando el trasero a flote, la estela que deja te avisa de que ha empezado el Harlem Shuffle.

Ahora tienes unas cuantas opciones para familiarizarte con él, puedes recogerlo como un perrito cualquiera y te será fiel respetando el meneo de la puntera de la caña, pero no te dejes embrutecer por lo ordinario, mira un poco más lejos. Para un secundo, empieza una historia diferente. En lugar del tikitaca usa la caña entera para sacarle todos los caballos y trabájalo con tirones y pausas, dejando que se zambulle y vuelva a asomar el lomo, seduciendo a los depredadores más espabilados. Tirones largos y continuos, nada de arrancarlo de cuajo y hacerle saltar fuera como un volador, así no mola.

Las pausas seguro que se llevarán más atención de la que podamos pensar. Una vez quieto el WTD 110 se vuelve a sentar pero la Anjova que le seguía con interés no dejará de probar que tal sabe y aquella Lubina que viaja un metro debajo de las olas, que ahora menean al señuelo como un pez muerto a flote, quizás llegue a interesarse. Un pequeño tirón y el paseante se recompone, cobra vida y lanza un brillo tentador desde el flanco. Vuelve a seguir las órdenes, y una vez más deja espacio a nuestra imaginación, dale ahora tironcitos secos y muy cortos y verás lo que hace. Se queda en el agua, no se enreda, no salta fuera como un impala, y sacude la cabeza que parece estar diciendo no, pero es que si, le gusta al jodío y probablemente al depredador de turno que pasa por allí. Habrá que meterle caña ahora que llega la primavera, desde luego habrá que hacerlo.