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No tenía que haberme ido pero el peluche canarión me enredó:”Chiquillo, quiero ir a pescar los Atunes a Cape Cod, tu me lo propusiste y ahora hay que ir”. Vaya perreta la del señor Mario, cuando se le antoja algo…

Pos allá fuimos, yo sin caña y con el cuerpo embutido de Espidifen para calmar mi dolida espalda, y el compadre con su tubo multicolor, Crocs a los pies y pantalones cortos, en el duro otoño del New England. El skipper, Domenico Petrarca, con ilustre apellido italiano, nos viene a buscar al aeropuerto y nos lleva al hotel en Plymouth. Antes, paramos en una Steak House para meternos en nuestros cansados cuerpos un chuletón como una mesa, y finalmente ebrios por el tinto de California y con un jet lag de caballos vamos a dormir.

SUV con remolque

Corta es la noche, a las 05:30 de la mañana viene Dom a buscarnos. Compartimos el barco con otros tres chicos y entre nubes y algo de viento salimos de la bocana del puerto, para encontrarnos con una mar que de bonito poco tenía. Mar de fondo y viento, una combinación que servidor no digiere de la mejor manera. El chuletón de la noche anterior me recuerda que todavía sigue allí, mi estomago se pone en Defcon 3.

Hay atunes a punta pala allí fuera pero nadie de la tropa consigue meter el señuelo donde hace falta y moverlo apetitosamente. Servidor, callado y silencioso en una esquina, ya con la panza en Defcon 4 agarra una caña y sube a proa. Hace un lance de prueba para ver como va el equipo prestado y en el segundo coloca un Sea Dog del amigo Tattoo entre ceja y ceja de un Rojo endemoniado.

Tom con "mi" atún

Tac-tac, tac-tac…. Bumba! Entra el animal y empieza el Gran Premio. Intento agarrarme a la vara pero la espalda me manda un mensaje subliminal, en fin duele. La paso a los chicos ansiosos de luchar la bestia y entre los gritos de Dom el loco disfruto viendo la pelea, recuerdos asoman en mi cabecita (http://caranx.net/wp/?p=72) y estoy a la espera de hacer mi silencioso trabajo detrás de la Nikon. Mi estomago, mientras, llega a Defcon 5 y empiezo a brumear. Mal rollo. Sube el cacharro a bordo y como puedo lo retrato. Hay sangre a mantas en la cubierta pero Tom saca una sonrisa excelente y la foto sale decente. El día se cierra con un “one for one”, pero la realidad es que vimos más picadas, sin que llegaran a morder el acero.

Boston Commons

El día siguiente lo dedicamos a visitar Boston y hacer fotos. Una gozada de ciudad, quieta, silenciosa y poblada por gente amable. Es otoño y hay un precioso cielo azul. Acumulamos una colección impresionante de edificios bonitos y árboles amarillos y rojos. Mi gozo en un pozo.

Salimos de nuevo el Jueves, el tiempo es inmejorable y a bordo con nosotros mi amigo Kil Song y su compadre Willie. Kil, de lo alto de sus 60 y pico tacos y más de veinte salida al atún en lo que va de año, nos da un repaso bien bonito y saca dos bicharracos. Por mayor INRI uno le entra al jig y el otro al popper. Los trabaja sin aparente esfuerzo dejando que el tren pelee directamente con el freno, arqueando la caña lo menos posible.

Kil Song: "Tuna master"

Cada bicho está en el barco en 10 minutos, y ninguno baja de los 60 kilos… Willie aprovecha una picada de Dom y pelea su animal. Los dos europeos nos quedamos mirando, aprendiendo y haciendo fotos, el mar está como un plato y mi estomago da las gracias, esta vez no hay brumeo. A última hora Mario engancha su bicho. Lo pelea y lo lleva al barco. Cuando Domenico coge el leader para soltarlo se va. Recoge el señuelo y el ojal de acero se había abierto, sin embargo según las reglas IGFA una vez que se toca el leader el pez se considera capturado, no hay foto pero hay gloria.

Bahía de Plymouth

El viernes amanece con un ventarrón del doce. Nos vamos a Plymouth a hacer fotos y a la hora de comer nos encontramos con mi amigo Peter Johnson de Roberts Lures. Pasamos una tarde tranquila y agradable con el y cuando se despide seguimos en nuestra labor fotográfica. El New England es precioso, no hay rincón de donde no salga una buena toma.

Vista de Green Harbour

Sábado hace frío. Mucho frío. Un frío de co**nes vamos. Hay hielo en el barco, pero la mar no está mal. El día transcurre entre tres mil lances a tres mil atunes que vemos en la superficie pero a parte una seguida los peces siguen impasibles. Nos llega una llamada por radio, unos chicos han sacado dos atunes a jigging, vamos para allá pitando. El canarión engancha el primero con un Zero Dropper pero como lleva una línea de todo a cien de 50lb rompe en el arranque. Servidor le sigue en menos de 5 minutos. Clavo el animal en high speed jerks y se desanzuela muy rápido. Hay decepción a bordo. Dom tiene otra picada con un jig y al atardecer suben cientos de Atunes, meto el Sea Dog en la cabeza de una media docena de autobuses y ninguno quiere jugar conmigo.

Por la noche nos pegamos un homenaje (y ya iban dos más) en el Japo delante del hotel y vamos a dormir como niños chicos. Se sueña mucho después de una pesca tan espectacular y sobre todo se descansa de maravilla. Sale el domingo por la tarde el avión que nos devuelve a la realidad, da pereza pero no queda más remedio. Ha sido una semana absolutamente fantástica. Esta es la pesca más extrema que exista en el planeta y a pesar de tener la ventaja de pelear los Atunes en 40 metros de agua, sigue siendo una lucha para hombrecitos hechos y derechos. Lo siento, que se quiten los GT, las Cuberas y los Doggies, los Bluefin son peces con unas agallas así de grandes. Vaya, ¡si engancha!

A veces la vida te da clases y lecciones que te cambian las perspectivas de las cosas. Este pasado miércoles aprendí una más, de las que duelen, en el alma y en el cuerpo, fue mi particular “Gran Miércoles”, sin olas ni final feliz. Aquí seguido te lo cuento.

La semana anterior, mis amigos Mikel y Jose Angel sacaron un Atún de unos 80kg con un Ranger. Fue un evento, porque creo que ha sido uno de los primeros grandes atunes que se han sacado en el Cantábrico con un equipo de popping. Lo han intentado y logrado en su primera salida, rematándolo en una hora y veinte minutos. Tenía que haber estado allí con ellos pero causas de fuerza mayor me mantuvieron en casa. Cuando Mikel me volvió a invitar aprovechando la buena mar del miércoles no dudé en aceptar, y puesto rumbo norte, remonté media España con destino San Sebastián.

Había más barcos pescando a Popping

Un cumpleaños la noche del Martes nos metió en la camita con un par de Gin Tonic demás pero amanecimos perfectos, y listos para un día muy emocionante. Nos reunimos con nuestros compañeros de aventura , Iker, José Ángel y Juanma, por la mañana en el puerto de Orio, y después de los rituales de preparación zarpamos en dirección Noreste. Los que iban a pescar éramos Iker y servidor, Juamna venía de turista y Mikel y Jose Angel sinceramente no parecían intencionados a volver a pegarse la paliza de la semana anterior. Solo más tarde logré entender de lleno el porqué.

Rojos saltando por todos lados

Los primeros atunes los divisó Iker, desde el fly, y cual mi decepción cuando los vi y pensé que eran delfines… Burdo error! Simplemente eran Atunes del tamaño de mamíferos, y estaban comiendo en superficie muy tranquilamente y casi deslizando por encima de las anchoas. Ningunearon nuestras ofrendas y sin mutarse siguieron en su cotidiana labor. Llegados a la zona caliente de Atunes vimos muchos, pero el estado de la mar, completamente llana, nos dejaba completamente al descubierto, permitiendo a los bichos ver perfectamente los señuelos, el barco y oír los motores desde mucha distancia.

Ahogamos entonces la frustración en unas buenas tortillas, lomo y sidra del país, por lo menos los estómagos se quedaron satisfechos. Después de haber buscado los Atunes más hacía el oeste, nos avisaron que en la zona que acabábamos de dejar se estaba animando mucho la actividad en superficie. Volver y ver cientos de animales pastando a ras de agua fue cosa de un instante y finalmente ahora se les veía comer con ganas, agresivamente y en grupos más cerrados.

La dura e interminable lucha

Después de algunos intentos infructuosos finalmente servidor tuvo una picada; tan suave y delicada al principio cuanto dura y terrible la respuesta del bicho al notar la triple clavada. Empezó el combate de mi vida. La hora y veinte minutos que había durado el de Mikel y José Ángel con el bicho de 80 kilos de repente se quedó como corta, y los minutos seguían incesables. Por mi parte, había cansancio y sudor pero también la determinación de hacer las cosas bien y poder con la bestia, y a parte al principio, cuando un dolor siniestro de lumbares me llamó la atención, nunca volví a dudar de que podía con ello.

Así quedó la pata de mi Saltiga 6000GT

Después de casi tres horas de lucha ocurrió lo que nadie se esperaba. La pata del Daiwa Saltiga se parte y el carrete sale volando con el pick up abierto y se cae al agua. De repente tengo la caña en la mano y el hilo que se me escurre entre los dedos. El Atún se va… Imposible parar la caída del Saltiga, nos ocuparemos de el luego, intentamos manejar el trenzado para recuperar el bicho pero parece que ya no está. Sin embargo, la línea de repente se vuelve a tensar y encontrados unos guante seguimos en la lucha. Esta página de la historia sin duda no me llena de orgullo ni me hace sentir especialmente feliz, pero la desesperación del momento y las ganas que teníamos todos de ver de cerca el animal pudo con la deportividad y su santa madre. Al rato, cuando el animal no estaba a más de 15 metros del barco, el hilo se partió, y con ello todas nuestras esperanzas.

Estábamos todos hundidos y muy callados. Nadie sabía muy bien que decir porque todo había ocurrido tan rápido que quizás, ni estábamos conscientes de los eventos. El Atún había ganado, debía su libertad a la Daiwa Seiko Corporation que había construido una maquina fallada, yo había sido vencido pero no humillado. Y me dolía el alma y el cuerpo. Al final mi espalda se quedó tan tocada en la zona lumbar que por la noche tuvieron que llevarme a urgencia para que me pincharan un buen chute de Voltaren. El dolor era absolutamente insoportable y solamente muy dopado pueda pasar la noche.

Tuve que quedarme dos días más de lo previsto en San Sebastián, aprovechando la hospitalidad de Marimar y Mikel y esperando a que mi espalda me permitiera sentarme sin dolores en el coche y volver a casa. He aprendido una cosa nueva o dos en mi Gran Miércoles, tengo mal sabor de boca por haber perdido el pez de mi vida (lo vi y mucho me temo de que pasaba abundantemente los 100kilos), pero que bonito estar en la bañera del barco con 4 amigos que te ayudan, te apoyan, sudan y luchan contigo y viven exactamente lo que tu. Joder, que lujo!