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La búsqueda de grandes depredadores en aguas someras – Adaptando una técnica ligera del mediterráneo al atlántico canario.
La búsqueda de grandes depredadores en aguas someras
Hace tan solo unos años que veía videos de pescadores que se aventuraban en aguas del Delta del Ebro, en llanuras infinitas, con equipos muy ligeros en la búsqueda de especies de espáridos, lubinas y demás depredadores propios de aquellos lares. Siempre fue algo que me llamó mucho la atención, y que desee probar algún día: esa sensación de estar a centenares de metros de la costa, dentro del agua, sin nada a tú alrededor, ni nadie, practicando esta afición que tanto adoramos. Quizás mi primera toma de contacto con esto se dio en mi estancia en las Islas Baleares, unas islas que comparten muchas similitudes con el litoral peninsular. Allí por vez primera me dispuse en la búsqueda de grandes depredadores en aguas someras en un entorno similar al del Delta, con aguas realmente someras y estancas.
Al principio era algo reacio a estos entornos, tan dispares a los que yo solía frecuentar. Sin embargo, cuando por primera vez observé una persecución de un pequeño palometón a mi paseante, en un agua tan en calma, donde se podía ver absolutamente todo lo que pasaba, fue aquí cuando quedé prendido de esta modalidad. Empecé a ir casi en exclusiva a esta, y es que me levantaba cada día de pesca con la única ilusión de poder ver esa “distorsión”, en la superficie, detrás de mi artificial. Pasaron los meses, y lo que antes era para mí un simple “extra” que usaba para momentos puntuales, se convirtió en mi compañero de pescas cada día. Hablamos por supuesto del Vadeador, ese genial invento que te permite estar dentro del agua, durante horas, sin ningún ápice de frio o incomodidad.
Pues entre todo esto, acabó mi tiempo en Baleares, y tocaba regresa a mi archipiélago canario. En ese momento me sentí algo triste, consciente de que esas jornadas tan divertidas que estaba pasando en el Mediterráneo, quedarían en el olvido una vez volviese a la bravura del Atlántico… Sin embargo, estaba muy equivocado.
El mayor punto de inflexión sucedió uno de estos días que vas con la mente puesta en tomar el sol, y disfrutar de un día de playa, pero te llevas la caña por el “qué será”. Aquel día no podía parar de ver la orilla que tenía ante mí, la cual me recordaba enormemente a esas zonas del Mediterráneo que había frecuentado los últimos años. Mi mente no podía parar de pensar en que en ese lugar tan somero era imposible que hubiesen depredadores, no para el equipo que andaba utilizando (un equipo preparado para las espumas y bravura de nuestras costas, basado en un carrete daiwa 4000 y una vara de 2.7 m hasta 60 gr de acción), sin embargo ante nada mejor que hacer ese día, el ansia me pudo.
Decidí enfundarme mi vadeador y anudar un popper en busca de alguna sorpresa. Empecé a caminar mar adentro, hasta encontrar una pequeña piedra que sobresalía a unos pocos centímetros de la superficie. Me asiento bien, y comienzo a lanzar. Seguía dándole vueltas a que hacia ahí metido, en un sitio donde a rockfishing quizás sí que tendría papeletas de hacerme con algún pez, pero que a spinning… Todas mis dudas se disiparon de un plumazo, cuando en el infinito, el agua transparente se convierte en una bola de espuma, y una gran cola asoma por fuera del agua. Ahí intento clavar al pez, sin embargo erro la picada. Pero eso era lo menos importante, y es que no daba crédito a lo que acababa de presenciar: el ataque de un gran depredador, ¿en qué? ¿80 cm de agua totalmente transparente?
Esa noche no paré de darle vueltas a la cabeza, de cómo era posible que ese pez se hubiese metido en un agua tan somera. Sin embargo, pensándolo en frío era lógico, ya que era en esta agua donde se refugiaban las lisas, salemas, sargos y demás peces pasto propios de estos depredadores. Solamente había una manera de salir de dudas: ¡Regresar y volver a intentar la búsqueda de grandes depredadores en aguas someras!
Así fue como pasado unos días me volví a plantar en este lugar y volví a repetir la misma jugada, un buen Popper y buscar ver si se volvía a repetir mi suerte. Lo mejor fue que, ni habían pasado 10 min, cuando mi Popper pasa junto una piedra sumergida y veo nítidamente como algo sale proyectado desde detrás de esta para atraparlo. Sin embargo, no me quedaron opciones, y el animal rompió con dicha piedra apenas unos instantes después de la clavada. Había perdido todo, pez y señuelo, sin embargo estaba motivado, había peces en la zona. Al rato conseguí mi primera captura en dicho entorno, una pequeña anjova. No era muy grande, pero el conseguirla donde lo había hecho, no me pudo llenar de más ilusión. Sin embargo poco después, conseguí mi primer buen ejemplar, cuando una preciosa anjova reventó mi Popper y me regalo un éxtasis de pelea en tan poca profundidad, un momento inolvidable.
A partir de ese momento, en mi cabeza se activó un “click”, que me hizo saber que había encontrado algo que me apasionaba enormemente: buscar mis peces predilectos, en aguas someras y a superficie. Desde entonces han sido muchas las jornadas donde me he dedicado en cuerpo y alma a este cometido, donde las anjovas han sido las auténticas reinas de la fiesta, sin embargo la pesca en aguas someras no ha dejado de sorprenderme, en cuanto a especies se refiere.
Uno de los momentos más memorables que he disfrutado aconteció en una tarde de verano en busca de estos animales, cuando la actividad en superficie había sido nula durante horas, decidiendo entonces acometer con un minnow la búsqueda de algún depredador, y acabar encontrando una sorpresa mayúscula. Si les dijese que un bonito de 1,05m fue capturado en menos de 2 m de agua… Sonaría a trola ¿verdad? Pues nada más lejos de la realidad. Creo esta especie ha sido mi mayor sorpresa en la pesca somera. Aquí en las islas acostumbramos a buscar a estos animales en aguas profundas, con casting jig recogidos a toda velocidad, sin embargo aquella tarde cuando vi salir de la penumbra ese coloso con un tackle house node en la boca… Pues podéis imaginaros mi cara de estupor, y lo mejor es que esta no ha sido la única vez.
Este tipo de pesca me volvía cada vez más adicto, comencé a pegarme días y días dedicándome única y exclusivamente a esta. Daba igual el viento, el calor, el frío, la hora… solamente me dedicaba a lanzar y lanzar, disfrutando de unas experiencias realmente únicas. Debido a mi dedicación cada vez mayor a esta pesca, mi equipo convencional de pesca debía cambiar, y es que debía encontrar un término medio entre el equipo ligero del mediterráneo, y el potente del atlántico, algo que me permitiese estar 10 h lanzando sin fatiga, pero que a su vez cuando un pez en condiciones decidiese atacar, tuviese opciones suficientes de ganar la batalla. La caña de 2.7 m menguó hasta los 2.4 m, reduciendo su acción hasta los 40 gr, mientras que el carrete pasó de un tamaño 4000 daiwa, a un 4000 shimano. Con esto ya tenía mi arma definitiva, podía pescar sin fatiga ninguna y tener la suficiente seguridad como para poder pelear buenos peces. Esta reducción también me permitió incluir una nueva variante en mis equipos, una nueva tipología de señuelo con el que había disfrutado mucho en sus tallas inferiores y que ahora quería disfrutar en su mayor tamaño. Hablamos, como no, del paseante.
Siempre ha sido el Popper, mi señuelo de superficie favorito, es el señuelo con el que más cómodo me siento, y el cual me ha regalado mayores alegrías. Los skipping lure, en función de su morfología, también son señuelos que pueden llegar a enloquecerme de sobremanera, pero con los paseantes tenía una espina clavada, y es que siendo sinceros, no resulta viable mover paseantes cómodamente con una vara de 2.7 m, pesada, y con un carrete más propio de shore jigging. Puedes hacerlo durante un par de horas, ¿pero prolongarlo en el tiempo? Al final acabas optando por otra opción. Sin embargo al recortar la longitud y acción de la caña, y el peso del equipo, había ganado una nueva baza a la hora de afrontar mis jornadas.
Ahora sí que podía hacer algo casi igual a lo que practicaba en el mediterráneo, pescar vadeando dentro del agua, con paseante y buscando depredadores. Para estrenarme en esta materia, me dispuse a probar uno de esos paseantes de renombre, como es el Grindin wire de wiplash Factory, y al poco de estrenarlo empecé a revivir al 200% aquellos tiempos pasados. Ponerte a hacer walking the dog durante horas, cómodamente, en poco más de un metro de agua me hacía sentirme de nuevo en baleares, pero esta vez, encima, estaba encontrando grandes depredadores.
Ahora mismo no puedo parar de pensar en cuando podré volver a vivir momentos como estos, cuando podré volver a enchufarme el wader y pescar dentro del agua durante horas, observando en todo momento la superficie, a la espera de esa picada haga que todo cobre sentido, y comience de nuevo el juego. ¿Lo más gracioso de todo? pensar que todo esto comenzó por una casualidad, por un día donde probé sin fe algo que no cuadraba en ese lugar, y resulto ser el comienzo de algo que, ahora mismo, llevo en vena y me es imposible olvidar. Mágica la búsqueda de grandes depredadores en aguas someras.