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Hace unos días colgué en Facebook el video grabado por un lodge de Panamá donde se veía una especie de orgía de atunes de aleta amarilla comiendo en superficie. Un espectáculo dantesco, de los que te levantan el vello y te dejan con una sonrisa de bobo por media hora. La naturaleza a rienda suelta. Sin llegar a semejante extremo, en mis aventuras por encima de las aguas de algunos mares he tenido también el placer de vivir en directo algún que otro banquete de diferente especies de peces devotos al salto encima de la sardina, que es lo que más tercia en esas circunstancias.

Antes de empezar a comerme el coco con diapositivas y luego pixeles, me fijaba solamente donde meter el señuelo y prestar atención a las maniobras del skipper. El blanco, una vez visualizado, quedaba en la mira y podía haber un maremoto, que ni me inmutaba. En cuanto bajaban las revoluciones del motor, o inclusive algunos instantes antes de que ocurriera, ya estaba soltando el dedo e intentando meter el señuelo más cerca del espumaje posible, aún casi siempre evitando el centro del mogollón, por algún que otra razón he tenido siempre cierta preferencia por los bordes de la masacre. El resto es historia...

Con el pasar de los años y un amor creciente para mis Nikons las cosas han ido cambiando, al principio seguía con mi afán pescador, pero me empezaban a entrar remordimientos – saca la cámara Nicola – decía el angelito – pesca, pesca mamón – decía el diablito. Ganaba Satán por goleada pero mi conciencia no podía descansar serena, perder imágenes de tal magnitud es un crimen, y ahora más que nunca, a toro pasado obviamente, me arrepiento un mogollón y medio de no haber escuchado al angelito. Según pasaba el tiempo iba sacando menos peces y más imágenes y si de vez en cuando he perdido alguna ha sido más por quedarme anonado mirando al espectáculo que por vaguería o afán de pescar.

Estoy seguro de que no soy el único que se la gasta de esa manera y que se come el tarro con semejante memeces, por lo tanto allá va la preguntita del siglo, ya que muchos aficionados al digital hay por estos lares ¿Qué hacéis vosotros? Pescáis, grabáis, tomáis fotos o os quedáis como si hubieseis visto Giselle Bundchen desfilando en ropa interior?

Por cierto, hace mucho que no veo nada parecido, de los atunes digo no de la estatuaria Giselle, ya me está entrando la nostalgia de ... ¿de qué? ¿Fotografiar o pescar?

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¿Y si la verdadera ventaja estuviese en el equipo ligero? No voy a entrar en el zarzal de la pesca light por antonomasia, simplemente quiero medirme una vez más con un tema que, según se van acumulando las primaveras en mi “silverback”, siento siempre más cercano. Me escribía hace unos días con Pedro, un amigo malagueño de antigua cosecha que me preguntaba que carrete acoplar a una Ron Arra 1084-2. En mis desvaríos electrónicos le contesté que había unos nuevos carretes de Daiwa que tenían una pinta estupenda y un ratio de recuperación de 6:1, perfecto para el spinning desde tierra dedicado a Palometones y Anjovas. Entre un bocado al “panino con prosciutto” y un trago de aguita ionizada sugerí el modelo de tamaño 3000, y aquí vino la pregunta que me dejó toda la tarde en blanco:” ¿Un 3000 no es pequeño para los bichos del Estrecho?”.

Ay Pedrito, ¿porque me haces esto? ¿No ves que soy un señor mayor con pocas ganas de batallas tecnológicas y respuestas arduas de argumentar? Así me dejó el hombre, con el jamón atravesado y el agua esparcida sobre el teclado por el síncope que me había dato. Una vez recuperado el control sobre mi cuerpo e intestino empecé a pensar de nuevo – venga, soltad la bromita que os la he puesto a huevo – y le solté un rollo de este estilo: “En realidad creo que un 3000 sería más que suficiente, recordarás que antaño hablábamos mucho de los Shimano 6000 o Saltiga 4500 para Anjovas y Palometones, y resultaron totalmente innecesarios, amén de ser unos ladrillos. En un Daiwa 3000 te entran 185m del 0,30 por lo tanto de trenza de 20 o 30lb entra una barbaridad, más de la que el más poderoso de los palometones pueda sacarte, siempre y cuando enganches semejante animal, y la gran ventaja que tienes es que un carrete más ligero te deja pescar más tiempo, lanzar más lejos porque estás menos cansado y si no pica nada...pues tus brazos por lo menos no estarán hecho polvos”.

Me quedé más ancho que una barrica de roble y así de satisfecho por mi máxima filosófica; una vez más había rebuscado en mis entrañas (¡y dale!) la solución a un problema de máxima importancia a causa del cual la humanidad entera había estado partiéndose los sesos por siglos. En estos últimos años he ido bajando el peso de la parte mecánica de mis equipos por la sencilla razón que saliendo a pescar regulín y pescando una cantidad tan modesta de peces de gran tamaño, lo que tenía me sobraba y tremenda pereza me suponía hacer otra vez levantamiento de pesos con uno de aquellos muertos que gastaba hace solo unos años. Esto desde luego no significa que quien pueda y le apetezca deba de dejar de usar carretes más potentes y pesados, pero para los que mirándose al espejo ven un hombre todavía muy guapo y en plena forma, pero con menos pelo, más canoso y una barriguita incipiente, quizás este podría ser un consejo válido.

En todas las salidas que he hecho al Estrecho, el banco de prueba quizás más extremo que haya en España en este momento, nunca jamás he echado en falta algo más del Certate 3500 que estaba gastando antes de que me hiciera con un Certate 3000H. Bonitos de muy buen tamaño, entre los más grandes que he visto y sacado en mi vida, Barracudas más cabreadas que la mujer del vecino, Lubinas de porte, Anjovas de muy buenas dimensiones y peso, todos rendido delante de un pequeño 3000 cargado de un trenzado de 20 o 30lb (nunca sé lo que tengo puesto en la bobina porque se me ha borrado lo que escribí cuando lo cargué).

He bajado de los casi seiscientos gramos del Saltiga 4500H a los trescientos y algo del Certate para llegar finalmente a los doscientos noventa del Certate H, unos trescientos gramitos de nada. ¿He perdido algo bueno en el camino? Pos, sigo preguntándomelo porque hasta la fecha no tengo la menor idea, lo que si me intriga es el proceso que me había llevado a usar el Saltiga, en algún momento de mi existencia, para pescar por aquí. Imagino que se trató de un revuelo del machote que llevaba dentro, cosas de la juventud. Así que Pedro, amigo mío, quédate tranquilo con tu Daiwa 3000 que va a cumplir con su tarea y si a caso un día te entra el palometón de tu vida y te lo vacía, pues ya sabes de la madre de quien te vas a acordar.

Dos segundos de memoria y van que chutan. Así es lo que se dice que pueda recordar un pez, cosa que me parece absolutamente normal ya que mi cerebro funciona de manera muy parecida. La sola diferencia que muchas veces no llego ni siquiera a almacenar la información por tanto tiempo.

En fin, yo no sé de dónde ha salido esta historia de la paupérrima retentiva de nuestros amigos, pero es cierto que algo no me cuadra porque si la realidad fuese tan cruda probablemente no quedaría ni uno vivo en libertad; nuestro mayor orgasmo sería el de ir a ver las Lubinas en algún acuario, como en un desfile de alta costura, mirar y no tocar. Me explico, por lo que son más cortos que yo, si realmente los bischos no pudiesen almacenar nada en su reducida materia gris olvidarían por completo cualquier engaño al que han caído anteriormente y si a la primera, por suerte, pudieron librarse, no podrían contar con el angel de la guarda para la eternidad.

La impresionante industria que se ha creado para la pesca del Black Bass y de la Lubina debería quizás de indicar algo. No tendría sentido tanta renovación en los señuelos que se usan para estos dos depredadores por el solo empuje de marketing de las marcas, lo que es más seguro es que necesitamos refrescar nuestras colecciones porque con el tiempo es probable que empiecen a reconocerlos, más que por forma o colores, por movimiento y vibraciones. Lo bueno es que, después de unos cuantos años, sea factible que señuelos ya en desuso vuelvan a ser efectivos, porque llevan muchos años sin que los peces los vean.

Si recordáis se habló de esto en algún momento relacionándolo con la bajada de efectividad del jigging. Antes era la pesca más efectiva del mundo, ahora es una birria que no sirve pa’ na’. Dudo que se trate de un asunto que se pueda liquidar en una página de un blog, pero es siempre argumento de conversación también en un bar virtual como este y quizás, entre nuestros espabilados amigos, haya alguien que pueda alumbrar un poco.

Entonces... ¿pero de que estábamos hablando?