No sabría muy bien por donde empezar. Un viaje de pesca que sale mal deja mucho espacio para la interpretación, especulaciones, pajas metales y todo lo que sigue. Pero así es de crudo y sencillo, volvimos de Sao Tomé con el rabo entre las piernas. Apaleados y castigados por animales desganados y poco agradecidos.
No tengo mucho tiempo para alargar el cuento más de lo que me permite el sueño y el mogollón de trabajo que me he encontrado a la vuelta así que voy a ser escueto. Hemos estado pescando como bestias 5 días seguidos para sacar una docena de bichos de tamaño entre mediano y pequeño. No hemos tenido situaciones de gran emoción, descargas de adrenalina o picadas demoledoras. Trabajo. Mucho y mal pagado.
Eso si, Sao Tomé merece una visita. Mejor dicho, para pescadores que están acostumbrados a viajar por medio mundo encontrarse con un lugar que dista menos de 6 horas de la capital Lusa, es una bendición. Además de esto, se puede contar con un alojamiento de excepción como el del Omali Lodge, buena comida, un barco excelente y un skipper amable, enrollado y paciente.
Me ha picado la islita de las narices y pienso volver. No puede ser que no haya pesca, ya sea en Príncipe o en donde tercie. No me lo creo. He visto los profesionales como pescan y lo que pescan, y estos hombres desde luego, sobre todo si han dejado el vicio de la dinamita, no pueden esquilmar aquello. Van con escopetas de perdigones y a lo mejor hay elefantes. Si es que los hay.
Si es que lo hay.
Una semana es una semana. He lanzado señuelos en lugares mucho peores y con peor pinta con mejores resultados. No me rindo. De momento no me rindo y quiero volver. Malditas Cuberas, ¿donde os habéis metidos?