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Seguimos por un momento con el tema de los peligros de la pesca pero esto es algo más curioso, os cuento mis dos historias. La primera pasó en Panamá, el primer día de pesca y en mi barco estaba el amigo Alan, primerizo en lo de la pesca tropical, y su padre. Alan saca una hermosa Cubera y servidor se pone a hacerle fotos: click, click click y al cuarto click la Cubera hace clock, se le escapa al chico y decide aterrizar sobre mi estupenda persona, arrodillada muy cerca del pescador para aprovechar al máximo el gran angular. Si la cosa se hubiese quedado allí estaríamos hablando de un susto y nada más pero no, el Cuberón planea del revés y decide frenar su caída plantando las dos púas más largas de la aleta dorsal en el antebrazo del menda. Grito estilo Tarzan, me levando de pie y acto seguido me caigo al suelo desmayado (Alan corrígeme si me equivoco en algo). En mi muñeca se forma un bulto del tamaño de una manzana (Golden diría) y llega el momento que también Alan se marea. Cunde el pánico en el barco pero Travis Peterson, el skipper no se pierde de animo y raudo y eficiente saca hielo para bajar el hinchazón y una pomada antibiótica que me salva de una muy probable infección.

Segunda aventura, más cerca, Delta del Ebro. Suben dos palometones a bordo, uno a poca distancia del otro y mientras estoy haciendo las sólitas fotos muy cerca del sujeto el bicho decide dedicarse a las acrobacias, se libera de la presa del amigo Maño y una vez más, seguramente ya informado del desenlace panameño, decide aterrizar de lomo y clavarme las 5, habéis leído bien he escrito cinco, púas de la aleta dorsal en un muslo. Sin llegar al dolor probado en la muñeca este tampoco se queda corto y un buen chorro de sangre empieza a correr por mi pierna. Con sangre fría me saco algunas fotos y luego desinfectamos la herida con el alcohol que usábamos para limpiar las agujas de marcar y seguimos pescando. A los seis meses salió un trocito de púa que se había quedado incrustado en mi muslo, se lo di al ratoncito Pérez y no me hizo ni caso.

Todas estas historias para preguntar a mis pacientes amigos si han tenido experiencias parecidas, valen también mordiscos de Anjovas y un bofetón de la aleta caudal de un Atún ... Vale to', sobre todo si dentro de la desgracia tiene ... gracia 🙂

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