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Ayer me escapé de casa para ir a probar un nuevo spot de ciprinidos, la madrequemepariócomoestoyenganchado. Decir que había Carpas es poco, había docenas de ellas metidas en una recula que cubría tanto así y llena de arbustos, hierbajos, palitos y agua bastante verdosa. En fin, un Carpa party. Saco un SV Craw de Molix montado con una T-Power finesse y empiezo a colocarlo allí donde veo bichos. Al cuarto lance intuyo (!) que la línea se mueve sola pero un poco por el edad y otro poco por el sol fallo la clavada y me oyen hasta Burgos. Sigo en mi tarea como en cadena de montaje y al rato cambio señuelo y pongo un Sator Worm de 2.5" en una cabeza TRock.

Que todo sea dicho, no me como una rosca por un buen rato, solo tengo dos o tres sustos con animales de porte inquietante que siguen nadando en toda tranquilidad alrededor mío. A pesar del  bolo que me estoy comiendo me parece la pesca más bonita del mundo. Cambio señuelo y pongo una Dippin' Shad de Valley Hill, mide 1.75" y tiene colita nadadora. Como todas las Shad, eso es. Sigo en la faena metiéndola delante del hocico de unos cuantos gorrinos hasta que se me ilumina la bombilla y pruebo una cosa diferente, lanzar y recuperar, como si estuviese pescando Lucio u otro depredador.

Al tercer o cuarto intento la caña se dobla y arranca la batalla. Ya sabéis la historia cual es, hombregrandequecorredetrásdeunacarpa. Cómico. Finalmente la saco sorprendiéndome una vez más de lo resistente que son los anzuelos de las T-Rock, menos mal que solo son cabezas para Rockfishing... Pesa 4kg. Nene feliz. En eso decido jubilar la Dippin' Shad para poner una RA Shad de 2" y al rato engancho otra con el mismo sistema, lanzar y recuperar, así, a ciegas. Pelea para aquí, pelea para allá al final sale. 5kg. Nene aún más feliz. De la tercera hablaré poco porque era una hermosa Royal pero vino robada y me tuvo muy ocupado por un buen rato.

Cambio un poco de sitio y siempre con la RA Shad me entra un luciete tamaño "small", se lleva su dosis de fotos hechas como se puede y de vuelta al agua. Finalmente salgo del acuario y me meto en una playa que hay al lado, cambio vinilo por Piper y ataco consumiendo los últimos minutos que me deja el atardecer. Pim pam, pim pam hasta que algo se tira a por el señuelo. No es una carpa pero si es un lucio tampoco es pequeño. Le puedo controlar pero el Piper es cortito y ya el Lucio anterior se había tragado el señuelo, afortunadamente sin llegar a cortar. Lo peleo pocos segundos hasta que esta vez si que parte el bajo de fluorocarbono. Era el penúltimo Piper negro/oro que tenía y me da tremenda pena haber dejado al lucio con el señuelo en la boca. El problema es que la zona tiene ambas especies y o vas a por una o a por otra, y así metes la gamba.

Tengo el "hot spot" relativamente cerca, es cómodo llegar y aparcar, hay peces y nadie que te moleste, ¿creéis que volveré?

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En poco más de un mes me tocan las 51 primaveras, el paso siguiente a los 50, el infame medio siglo. La mitad del camino la he pasado desde hace un tiempo y la madurez debería de haber llegado ya, o así me cuentan porque yo todavía no me he enterado. En un momento dato de tu existencia se te cruzan las pocas neuronas que siguen con funciones vitales y te embarcas en una nueva aventura de tu vida. Sacudes un poco de sal de las greñas y vuelves a pecar pescar allí donde empezaste, en agua dulce.

De esto - de la vuelta al agua dulce - si no me equivoco ya hemos hablado, o por lo menos he hablado yo, aquí mismo a lo mejor...no recuerdo. En fin, da igual porque no es este el tema principal que vamos a tocar ahora, pasamos al siguiente capítulo es decir, las consecuencias de semejante revolución. Empieza uno a tontear con las Carpas y acaba metido en la jungla del Borneo luchando con los dioses de los bosques eternos y peces jamás vistos antes. Tela marinera.

Así que un tío con el pelo grisáceo acompañado por otros tres transalpinos se embarca en una algo que no se podría llamar otra cosa que aventura. De las buenas diría. Vamos por partes, que no se ni por dónde empezar. Os ahorro el tema vuelos, esperas, desplazamientos y boberías al cuadrado y llego al grano, o sea a Putussibau, el puesto avanzado del Borneo occidental. De aquí salimos pitando, que la ciudad no da muy de si y tenemos ganas de perdernos. Unas tres hora de carretera, si así la podemos llamar, nos separan de nuestro último alojamiento más o menos, civilizado, que aquí también hemos tirado de fantasía para buscar un adjetivo "políticamente correcto". Ya me entendéis ¿verdad?

La mañana siguiente salimos hacía el lugar del embarque, para remontar el río Embaloh y... shit on your pants little parrot (traducción "cagate lorito"). Nos presentan nuestros medios de transporte, los barcos con los que vamos a remontar el río y a pescar. Si barcos se pueden llamar. Tratase de unas especies de canoas de madera bastante largas pero muuuuuuuuuuuuy estrechas, tan estrecha que si llevas una moneda de dos euros en el bolsillo derecho el engendro escorará por ese lado, y si pretendes asomarte al lado izquierdo para hacer una foto sin avisar a los demás probablemente volcará. Tenemos 3 horas para llegar al primer campamento, estamos sentados en el suelo de esa canoa con las rodillas mascadas por los incisivos y el culo que parece una pantalla Samsung, extra plano.

Empezamos a remontar el río, que no es poco, los marineros son muy expertos en lidiar rápidos y piedras y nosotros demasiado urbanos para dejar de gritar como fans de Justin Biber cada vez que el barco se inclina hacía un lado o empieza a meter agua mientras corta la corriente. No ha empezado mu' bien la cosa pero el paisaje es absolutamente abrumador y merecería ser grabado por decenas de fotos, cosa que no me atrevo a hacer por aquello que el agua y las Nikon - así me lo aprendí yo - no se llevan demasiado bien. Hacemos algunas paradas para pescar y estirar las piernas pero no hay actividad y en avanzada hora llegamos al campamento donde descargamos los bártulos para que preparen la tienda y la cena mientras nosotros volvemos a bajar el río pescando en deriva, en silencio, así como nos recomienda el guía.

Antes de que anochezca estamos otra vez de vuelta al campamento, la tienda o mejor dicho un techo de plástico montado en 6 palos, está ye levantada y el fuego encendido. Agotado pero feliz como un niño en el día de su cumple cojo mi gel, me quedo así como me hizo mamá y me meto en el río a bañarme. Una sensación francamente revitalizante y una inmersión dentro de madre naturaleza que probablemente nunca jamás había probado. Para cenar hay pollo frito y arroz pero os juro que parecía estar en el Celler de Can Roca, tanta era la magia y energía que desprendía el lugar. Es en estas situaciones que se vuelven a apreciar las cosas más insignificantes de la vida y que todo lo que aquí tenemos, y que a veces nos parece insuficiente, es a menudo superfluo. A orilla del río Embaloh te vuelves filosófico y seguramente un ser más sencillo.

La noche entra sin pedir permiso y por aquí es noche de verdad. Tenemos el fuego y un pequeño generador que da vida a un par de bombillas. Los insectos forman nubes inquietantes pero al final de mosquitos hay muy pocos, y a parte dar un poco de asco y grima cuando te contratan como posadero, poco daño hacen. Sobre las 8 o poco más nos metemos en la piltra, es decir un saco de dormir previamente adquirido en una tienda europea. Debajo de nuestra espalda una colchoneta más fina que una hoja de papel e inmediatamente debajo los cantos rodados del río. Una de ellas, quizás la única puntiaguda, se había colocado entre mis costillas. Al principio duele, luego te acostumbras hasta que finalmente te gusta. Los Boy Scouts te preparan al masoquismo, no hay dudas.

A cierta hora de la noche el cielo decide abrirse y empieza a descargar primero cubos, luego barreños y finalmente bañeras de agua sobre nuestro frágil techo de plástico. Con agujeros. Llueve como si tuviese que ser la última vez que cae agua sobre el Borneo. Llueve y no para y la tienda empapada empieza a repartir agua sobre nuestros cuerpecitos asustados. El Ranger que nos acompaña no quita el ojo de la orilla del río. Cada cinco minutos enciende la linterna y observa el nivel. Me percato y si ya estaba agobiado empiezo a agobiarme más. Me veo subido a un árbol con un Orangután que intenta ligar conmigo. Si el río sube tenemos que buscar refugio, y detrás nuestro la foresta es como una barrera, tupida como ella sola. Después de las dos horas más desagradables de mi vida vuelve el silencio, las últimas gotas suenan a gloria y regreso al placer de mi aguda piedra. El Borneo nos ha dado la bienvenida, así de cariñoso es aquello.

Me quedo aquí, lo de la pesca lo finiquitamos en unos días que se me ha vuelto a atascar el "brain" y no corre la sangre por donde debe. Hasta pronto nenazas (así los que hemos estado en el Borneo llamamos a los hombres que nunca han estado allí).

Me esperaba un domingo de Lucios, o esto pensaba yo sin saber que los ríos de "mi zona" seguían más arriba de lo deseable, amén de imposibles de vadear y consecuentemente pescar. Levanto el teléfono y llamo a Jorge, recién contratado como guía oficial de pesca para bichos raros. Le cuento la peli, que tengo dos amigos italianos con los que quería ir a pescar y si se le ocurría un sitio donde poder ir a por Lucios cerca de los Madriles.

Para que os pongáis en situación Jorge - ese desgraciado - es el que me había calentado la cabeza la semana antes con las Carpas y que, después de ponerme como una moto me había dicho, el muy delincuente, que este finde no podía ir de pesca, y por consecuencia llevarme a sus cotos de ciprínidos. Resulta pero que sus planes habían cambiado y que de repente el domingo se había quedado libre y se ofrece para acompañarnos a cazar exocidos y ciprínidos en partes iguales, para que toda la peña se quedara a gusto.

Le levanto el castigo pero sigue siendo un delincuente, por lo que sigue a esta excursión de domingueros. Ya veréis. Finalmente me da las coordenadas para quedar y nos presentamos a las ocho de la "mattina", horario de pesca ultra cómodo, en el lugar establecido después de haber soplado para la benemérita que nos para en una rotonda algo absurda. Menos mal que el Pinot Blanco catado la noche anterior ya había seguido el recorrido natural sin dejar rastros en mi aliento. Se sube el hombre al coche, y le presento mis amigos italianos, Nicola (vaya, y eso que es un nombre raro en Italia) y su hijo Noam. La conversación se anima y los ánimos se van calentando, un par de tostadas en el desayuno ayudan a recuperar también fuerzas y la compañía se asoma a orilla de embalse.

Bajamos del coche y lo primero que vemos es un gran alboroto en una recula somera. Carpas, dice este servidor, pero los otros no están convencidos y vamos para allá armados para lo peor, o mejor que se diga, en fin para ver si se trataba de depredadores haciéndoles pupita a los alburnos. Carpas apunto. Felices diría, por estar en aquel singular momento anual en el que por H o por B consiguen hacer algo de sexo, un poco come muchos hombres casados... Nos ponemos a faenar en zona y no hay suerte, en la caja de señuelos para Lucios solo tengo uno que podría apetecerle a uno de esos bicharracos potencialmente carnívoros y es un SVCraw, que inmediatamente pongo. La cosa no cambia, y nos movemos.

La mañana sigue algo llana, no hay un aliento de viento ni emoción alguna pero el embalse está absolutamente espectacular, rodeado de verde y con buen nivel. Nos pateamos media orilla hasta llegar a otra zona de aguas muy bajas donde se vuelve a repetir el espectáculo de las Carpas enamoradas. Se vuelve a intentar y la suerte no parece hacerse un hueco en la mañana soleada. En un momento dado se me ponen esos de corbata porque una carpa tamaño escarabajo (el de Volkswagen) sigue al SVCraw con cierta mala leche, luego se da la vuelta y me deja con mi acojono a medias. Estoy a punto de tirar la toalla cuando en un palmo de agua meto el bicho delante de otro hipopótamo que esta vez no duda un segundo en atacar y carga sobre el vinilo embuchándolo. Hasta que el Alzheimer me prive de mis recuerdos seguro que no olvidaré ni ese momento ni esta visión. Clavo, que no hay tiempo que perder, y en un segundo me encuentro con un TIR que empieza a correr y llevarse metro de 30lb y doblando mi caña de casting de 1 1/2oz como la antena de un 127 Abarth. Lucho como un hombre y me la llevo hasta la hierba, feliz como un niño con zapatos nuevos (y piruleta). Fotos, felicitaciones y a comer, que la peña está hambrienta.

Por la tardecita, que va a ser larga y calurosa, vamos a probar otro "spot" de Jorge, y entre rumanos con sombrillas y cañas y familias con monovolúmenes y neveras entramos en el agua: turbia, mecagienlamar, un suceso infeliz para los pescadores de spinning con vinilos. Nuestro guía se estrena con un gorrino así de grande y gordo y le crujo a fotos, Nicola engancha otra por aquello de que el señuelo se encuentra en la trayectoria de la aleta dorsal y avanzamos en la esperanza de que otra se deje seducir. Le veo yo poco futuro a los vinilos, y abierta la caja de los señuelos pequeños saco mi talismán, el Piper color Black/Gold. Recomienza la faena, me alejo de la orilla avanzando en la recula que cubre muy poco.

Al rato tengo una picada estilo trópico duro y veo el lomo de una común que se asoma fuera del agua y el carrete que empieza a soltar hilo como alma se lleva el diablo. He cambiado de caña, tengo una de black bass de 3/4oz con un trenzado de 10lb y un bajo de 18, en fin no exactamente algo recomendable para amarrar porta aviones. Zzzzzzzzzzzzzzzz suena el molinillo, zzzzzzzzzzzzzzzzz y un poco más de zzzzzzzzzzzzzzzzz. La bicha se me ha llevado 50 o 60 metros de hilo y se mete entre unas ramas, pero sale. Aguanto la respiración pero no, hay más peligros en el horizonte y la segunda rama pone punto y final a la historia. Mecagoentodoloqueflota y vuelvo a lanzar. En menos de 5 minutos estoy otra vez liado, otro tren de mercancía que se suelta bastante rápido. Ando más mosqueado que un venado en una montería y reanudo el quehacer: al poco tercera picada. Esta vez es una royal que me hace sudar la gota gorda pero con final feliz, o en parte, la sacamos pero viene robada y a mi modelo se le escurre después de una sola foto. Habrá que volver a empezar de nuevo. Sigue soplando una ligera brisa, seguramente de gran ayuda para que las Carpas se pongan más agresivas y al poco tiempo otra picada. Se arma la gorda y los minutos pasan rápidos pero cuando finalmente la consigo ver, el Piper está bien enganchado en los morros carnosos y es una preciosa común. Aquí tenéis las fotos.

Tengo varias picadas más, una también al Jubarino pero se sueltan todas, el viento cae y la tarde finaliza. Solo Jorge se hace con otro animal considerable, pero ha llegado el momento de volver a Madrid. ¿Qué decir de esta experiencia? Seguro que algún que otro purista estará torciendo la nariz así como hace unos años los puristas de la mosca no veían de buen ojo los colegas que se perdían tras los ciprínidos. A mí me parece estupendo que haya un depredador más que añadir a la lista y sobre todo uno que llegue a semejantes tamaños y luche como ningún otro pez de agua dulce que nade en nuestras aguas. Para mi este es solo el principio de una historia de amor con las gorditas de los pantanos, os invito a probar, a lo mejor lo pasáis bien.