Last minute cubera, es decir, que salieron por los pelos pero, como dice el viejo refrán "Hasta el rabo todo es toro." Así me lo aprendí yo.
Semana peculiar la que pasé en el último viaje a los Jardines de la Reina. Mucha pesca, muchos peces y muchas cuberas para todos, menos que para mi. Fíjate si le pongo ganas y dedicación que prácticamente he pasado cada día lanzando señuelos con la caña pesada con el único fin de sacar una señora en rojo. Nada que hacer.
Los primeros días ni las vi. Subían a los señuelos de mis compis de pesca pero yo no pasaba de pargos y meros, amén de alguna que otra barracuda de tamaño tan insignificante que solo representaban una molestia.
Estaba en un barco de tres pescadores, siempre y exclusivamente en la parte de atrás, este era el trato con mis amigos. Dejarme en ese barco para que pudiera llevar el equipo de foto completo, pero quedándome atrás, para dejar a los clientes lanzar siempre sobre limpio.
Algún día me iba bien, otro ejercía de florero, así van las cosas en los arrecifes de medio mundo, se gana y se pierde. Las cuberas seguían ausentes, en cuanto a servidor se refiere. Finalmente el tercer día apareció la primera que pude enganchar y que se soltó en un santiamén. Con esmero de detalles me acordé de todo el calendario y el firmamento por orden alfabético.
El mismo día, por la tarde, toqué otra que arrancó como un F16 y enseguida se soltó. Algo estaba haciendo mal. El último día me subí a una lancha pequeña con Pedro, el último guía con el que saqué una cubera hace dos años en los Jardines, a ver si el cambio aportaba una vuelta de tuerca significativa. Esta vez obligué a mi compañero de quedarse atrás, pero tenía el suficiente cuidado como para que siempre pudiese lanzar sobre limpio.
La primera last minute cubera entró sin avisar, el señuelo desapareció de mi vista sin haber podido divisar la sombra del bicho detrás de él y el primer arranque me hizo claramente entender que se trataba de una gordita con ganas de guerra. La trabajé "Zingarelli Style" y no tuvo la menor posibilidad de meterse en una piedra. Fotos y al agua. Al lance siguiente pegué la segunda que llegó hasta debajo del barco y se soltó sin dejarse ver.
En la siguiente hora vi otras seis last minute cubera detrás del señuelo, cuatro de las cuales se pegaron y tres que subieron a bordo para saludarnos. A todo esto hay que añadir un par de pargos y otros tantos meros. Una barbaridad. Esta vez dejé la cámara de foto a mi compañero de aventura y al guía y este fue el fatal error del que todavía me arrepiento.
Resulta que mi compi, nada más coger la cámara apretó un botón que abrió un menú de la pequeña Canon y yo, creyendo que no había pasado nada le dije de apretar el botón de "atrás". Sin embargo, su maniobra había activado el máximo ISO de la cámara, por lo tanto todas las fotos se hicieron a 12800 ISO y salieron totalmente quemadas. Las que podéis ver aquí en blanco y negro son las que pude salvar. Totalmente culpa mía y por dos razones, no haber mirado si el botón apretado podía haber modificado algún parámetro importante de la cámara y en segundo lugar por no haber revisado las fotos, ni después de la primera de las dos last minute cuberas que fotografiamos, ni después de la segunda.
Queda el recuerdo de mis cuatro last minute cubera y de un día de pesca muy especial y, sobre todo esto, una semana pasada en compañía de un gran grupo de personas, algunos de ellos grandes amigos con los que convivido la pasión del trópico desde hace más de 15 años.
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