Todo empieza con la ceremonia de cierre de la escuela. El jefe de estudios hace un discurso muy intenso a los niños, le cuenta ejemplos muy bonitos para que lo comprendan y les explica el secreto del éxito," never give up", nunca tires la toalla. Al acabar le pregunté a mi hija si lo había entendido y me dijo que si, perfectamente.

Con estas premisas me llevo la niña, a punto de cumplir 10 años, a pescar conmigo a un embalse de Extremadura. Despertador a las 4:00 de la madrugada, cuatro horas de coche (donde afortunadamente se queda frita), un desayuno de campeones y a pescar. Le había prometido que al poco de llegar al embalse habría sacado un pez, porque así suele ser, pero el día no estaba para tantas alegrías. Yo tengo la suerte de pegar un barbo en superficie al primer lance y esto anima mucho a la tropa - venía con nosotros otro amigo con su hijo, algo mayor que la mía - pero se trataba de un espejismo.

Empezamos a patear las orillas y algún barbo sale, sobre todo por mi parte que me conozco aquello mejor que los demás, pero repito, hay que trabajar duro o lanzar con mucha precisión, mucho pedir para una niña de 10 años que es la tercera o cuarta vez que sale a pescar. A la hora empieza una rabieta y alguna que otra pataleta. Está enfadada porque no saca ningún pez y porque yo le había prometido que iba a pescar algo pronto.

Toca enfadarse un poco y recordarle el discurso del "never give up", le digo de seguirme y hacer lo que le indico pero está un poco rebelde. La dejo con su rabieta y me alejo un poco, hasta que finalmente paramos a comer. El picnic tiene un efecto regenerador sobre la criatura, yo finalmente identifico la manera mejor de darle a los barbos y volvemos a pescar. Nos separamos de nuestros amigos que deciden volver atrás y pescar otra zona y nosotros dos seguimos.

Más que barbos se ven carpas pero todo lo que engancho se lo dejo a ella para que lo pelee, por lo menos e entretiene, sin embargo es muy competitiva quiere "su" pez y sigue currando duro para conseguirlo. No para de lanzar los varios señuelos que le pongo, tiene tres ataques, sin embargo todos se le sueltan y no le queda más remedio que insistir.

Se hace tarde, hay mucho camino para recorrer y la muy bestia me sigue sin rechistar, camina rápida y sigue lanzando en los puntos "calientes" que le indico. Al final, visto que los barbos se estaban activando le pongo un Finder 110 color Ghost French Pearl, mi favorito, y le sigo indicando donde lanzar. No se desanima y vuelve al ataque, pierde otro pez y al rato finalmente pega uno que se queda enganchado.

Se pone muy nerviosa pero la tranquilizo y poco a poco lo acerca a la orilla para sacarlo y hacerle la foto. Está completamente eufórica y al mismo tiempo nerviosa porque quiere devolver el bicho al agua lo más rápido posible. Se moja las manos antes de coger el pez y de aquella manera lo sujeta para que le pueda hacer la foto. En esto es un poco como su padre, seguro que le gusta más hacer las fotos (suya es la primera del artículo, la única en que aparezco yo) que estar sujetando un bicho que nunca sabes por donde cogerlo...

Una vez devuelto el pez al agua le mimo y achucho todo lo que puedo y le felicito por su tozudez y voluntad y por no haber tirado la toalla, eran ya las 7:00 de la tarde y nada más sacar su barbo volvíamos a casa, llevaba casi 10 horas sin parar y nos esperaban muchas horas de vuelta en coche. Al verla llorar le pregunto que le pasaba y me dijo que estaba llorando de felicidad, me dio las gracias y me dijo que aquel día había aprendido algo muy importante. Never give up.