A veces si me fijo con un poco más de atención en lo que tengo a mí alrededor me asusto. Trabajo en casa y he secuestrado un cuarto donde ronronea mi PC y se van acumulando mis trastos de pesca y fotografía. Decir que esto es un caos es como no querer rendirse a la evidencia - esto no es un caos - es una guerra termonuclear global, donde el orden antiguo del mundo ha sido engullido por un agujero negro del tamaño de Luxemburgo.

Así estoy yo, de los nervios, poniendo orden cada dos por tres o por lo menos intentándolo, para luego verme arrastrado nuevamente por las fuerzas del mal que por la noche revolucionan ese espacio embrujado. La Nikon trepa por los cajones y se sube encima de la mesa durmiendo con las tarjetas SD que llevan días allí esparcidas, las echa de menos la pobre, desde que las saqué de sus entrañas después de la última sesión de fotos se me “olvidó” volver a guardarlas en su sitio.

Hay señuelos que fuerzan las cajas y consiguen saltar hasta el suelo para empezar pugnas entre ellos que no las he visto ni en las pelis de indios. Algunos no logran volver a levantarse y por la mañana me los encuentro con los triples enganchado a las cortinas o en una bolsa que casualmente se encontraba en el suelo. En fin, ya sabéis lo que cuesta poner orden en cosas que no tienen vida propia, imaginad hacerlo con algo que se mueve en horas poco católicas, cuando te estás regocijando entre almohada y edredón.

Así que a mis fieles samurái les pregunto: ¿Cómo demonios se consigue ordenar el material de pesca? ¿Es eso posible? Tengo mis dudas pero confío en las increíbles dotes e inteligencia de mis amigos para mantener encendida la llama de la esperanza. Si hay alguien al otro lado por favor que mande una señal, yo vuelvo en un segundo, me voy a un chino a comprar unas cuantas cajas...