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Me preguntaba porque hay tan poca afición a las cañas travel, que bajo mi modesto punto de vista muchas veces resultan muy cómodas sobre todo en aquellas situaciones en las que nos desplazamos a un sitio sin tener la pesca como prioridad, donde sin embargo existe la posibilidad de echar unos lances. En los últimos dos años me he estado llevando a cuesta dos (o tres) travel que podía o bien meter en la maleta o llevar a mano, sin que abultaran o me crearan problemas a la hora de colocarlas en un tren por ejemplo, o en el coche.

Entiendo que no son tan ligeras ni sensibles como las de una o dos piezas, pero si dejamos de lado nuestras manías tecnológicas al fin y al cabo resuelven de manera excelente la papeleta que les corresponde, o sea pescan. En mi viajes a Irlanda no tenía otras cañas que no fueran las travel, facturé una maleta y tantas pascuas, cuando me muevo por España también las uso, algo menos ahora que estoy probando las Major Craft, pero cuando no puedo aprovechar su reducido tamaño las hecho un poco de menos, ya que no es muy práctico meterte en el Ave con un palo de un metro y medio a cuestas y además tener cuidado que nadie le ponga una maleta de metal encima, ya que es impensable llevar el tubo.

Es cierto que muchos de los que viven cerca del mar o tienen un barco no se ponen el problema, pero para los transeúntes de las pesca son una buena opción. Desde luego no cambiaría todas mis cañas por unas travel pero si que me haría con una o dos para aquellas ocasiones que hemos mencionado antes. Os diré que todo este pastel se me ha ocurrido pensando en el Rockfishing, una pesca que ofrece oportunidades prácticamente urbanas, a distancia de la puerta del coche. Si viviera cerca del mar tendría una en el maletero y si me sobrara media hora de tiempo, acercándome al puerto la sacaría de su tubo escondido en el maletero y me pondría a lanzar desde el espigón o en el muelle.

El Rockfishing es quizás una pesca que ha nacido debido al instinto de adaptación del ser humano, a falta de pan buenas son tortas, y en mares muy castigados que hay mejor que dedicarte a acosar a los enanos a la salida de la guardería. Eso es, la travel en este caso sería una herramienta que también se ha adaptado a los cambios, además pensar que un atrezo en tres o cuatro tramos me resuelve los problemas de facturación en los aeropuertos y el sobrecargo por exceso de equipaje o para el "bulto deportivo" me parece muy tentador.

Es cierto, prefiero pescar con una monopieza o un modelo con mango offset pero no dejo de pensar en el tubito de 70cm que se acurruca en la maleta ... ¿Que opinan mis enfermitos y cuantos de vosotros tienen en su poder una caña de estas características?

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Atreverse con algo diferente en la pesca puede proporcionar resultados inexperadosFracasar es bastante normal en nuestra afición, pero creo que el fracaso tiene diferentes facetas y sobre todo lleva a distintas reacciones por parte del ser humano. Hay cristianos que asumen la derrota como parte del juego y pasan rápidamente página sin darle más importancia, otros que se dejan afectar mucho por un mal resultado y no paran de darle vueltas hasta que una nueva salida de pesca propone un nuevo reto.

Decía alguien: "No importa cuanta veces te caes, sino que son las veces que vuelves a levantarte las que cuentan". Si no fracasas nunca es porque no has intentando algo diferente, porque no te has arriesgado y si esto es cierto en los deportes, los negocios, y en general en la vida ¿lo es también para la pesca? Fracasamos porque no intentamos algo nuevo, o porque no había forma de que los peces picaran por la razón que sea?

Estoy bien seguro de que la pesca al depender del humor de unos bichos con escamas, con un cerebro como una nuez y un instinto muy desarrollado es harto complicada; si bien es cierto que en algunas ocasiones por cuanto te esfuerces no hay forma de que las cosas salgan bien, en otras a lo mejor hemos matado nuestra oportunidad por no intentar algo nuevo.

Tengo infinidad de ejemplos para contar que explicarían que probar caminos nuevos, por cuanto descabellados puedan parecer, a menudo trae resultados sorprendentes y estoy hablando justamente de la pesca, una afición que en lugar de simplificarse, con el tiempo se hace siempre más complicada. No os voy a aburrir con las historias del abuelo porque quiero que sobre todos habléis vosotros de vuestras experiencias, ya que creo que se trata de un tema que tiene mucho recurrido.

Hay un par de cosa que me gustaría saber y son las siguientes:

  • ¿Para solventar un día que pinta de pena os estrujáis el cerebro para intentar algo diferente, o os invade un sentimiento de resignación y volvéis a casa achacando el malo resultado al mero hecho de que los peces no quieren comer?
  • Si a pesar de muchos esfuerzos y aún probando cosas diferentes o totalmente nueva para vosotros el fracaso se confirma, que sensación lleváis de vuelta a casa: frustración, revancha, planificación para la próxima salida, optimismo, rabia?

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Seguimos por un momento con el tema de los peligros de la pesca pero esto es algo más curioso, os cuento mis dos historias. La primera pasó en Panamá, el primer día de pesca y en mi barco estaba el amigo Alan, primerizo en lo de la pesca tropical, y su padre. Alan saca una hermosa Cubera y servidor se pone a hacerle fotos: click, click click y al cuarto click la Cubera hace clock, se le escapa al chico y decide aterrizar sobre mi estupenda persona, arrodillada muy cerca del pescador para aprovechar al máximo el gran angular. Si la cosa se hubiese quedado allí estaríamos hablando de un susto y nada más pero no, el Cuberón planea del revés y decide frenar su caída plantando las dos púas más largas de la aleta dorsal en el antebrazo del menda. Grito estilo Tarzan, me levando de pie y acto seguido me caigo al suelo desmayado (Alan corrígeme si me equivoco en algo). En mi muñeca se forma un bulto del tamaño de una manzana (Golden diría) y llega el momento que también Alan se marea. Cunde el pánico en el barco pero Travis Peterson, el skipper no se pierde de animo y raudo y eficiente saca hielo para bajar el hinchazón y una pomada antibiótica que me salva de una muy probable infección.

Segunda aventura, más cerca, Delta del Ebro. Suben dos palometones a bordo, uno a poca distancia del otro y mientras estoy haciendo las sólitas fotos muy cerca del sujeto el bicho decide dedicarse a las acrobacias, se libera de la presa del amigo Maño y una vez más, seguramente ya informado del desenlace panameño, decide aterrizar de lomo y clavarme las 5, habéis leído bien he escrito cinco, púas de la aleta dorsal en un muslo. Sin llegar al dolor probado en la muñeca este tampoco se queda corto y un buen chorro de sangre empieza a correr por mi pierna. Con sangre fría me saco algunas fotos y luego desinfectamos la herida con el alcohol que usábamos para limpiar las agujas de marcar y seguimos pescando. A los seis meses salió un trocito de púa que se había quedado incrustado en mi muslo, se lo di al ratoncito Pérez y no me hizo ni caso.

Todas estas historias para preguntar a mis pacientes amigos si han tenido experiencias parecidas, valen también mordiscos de Anjovas y un bofetón de la aleta caudal de un Atún ... Vale to', sobre todo si dentro de la desgracia tiene ... gracia 🙂