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Ya ha vuelto el riego, o eso parece.............................

Perdón, he tenido una interrupción, aquí estoy de nuevo con vosotros. Hace unos días os conté como empezó la aventura en el Borneo, por lo menos la parte relativa al río, algo que un día contaré a mi nieto sentado delante de la chimenea. Ahora arrancamos con la pesca pero os aviso, que el Embaloh por bonito que fuera poca suerte nos deparó, ahora me explico mejor.

Resulta que en Junio es cuando se desarrolla la actividad pesquera de los locales, por lo tanto los mejores rincones del río estaban rodeados de redes y con líneas muertas colgando de los árboles. Viva el parque nacional, pero hay que decir que también ellos tienen su problemas en regular un lugar donde los Daiak han vivido por cientos de años y han practicado la pesca y caza como artes tradicionales. Ahora si, el uso de redes de nylon desde luego de tradicional tiene lo justo, maldito progreso. Bien, seguimos que se aburre uno. La pesca se hacía en bajada, derivando entre rápidos y zonas de aguas más calmadas intentando meter el señuelo pegadito a la orilla, en busca de bichos todopoderosos con ganas de pelea.

Alguno salía pero poca cosa hasta que lanzando desde tierra Heri, nuestro guía, pega un buen animal. Un Masheer de casi seis kilos. ¡Fotón! Al resto de los mortales nos tocan las migajas, un par de Masheer tamaño bolsillo, algún que otro Hampala y curiosos ciprínidos de reducidas dimensiones que de vez en cuando nos despertaban del torpor. Así fue compadres, la presión de pesca de los locales a parte de mermar las existencias espantaba mucho los peces y nos resultó harto complicado hacernos con piezas, ni siquiera decentes, simplemente piezas. Esos si, el entorno era absolutamente inmejorable, de lo más bonito que he visto en mi vida, con unos rincones donde hubiese apostado dinero que albergarían animales enormes y siempre con el agua cristalina.

Bajamos el río con un día de adelanto respeto a los planes y si remontarlo fue una aventura bajarlo llegó a ser un drama. El jodío barco para nomos desfilaba entre los rápidos a la velocidad del rayo embarcando agua en cada balanceo y empapando a todo el mundo hasta las orejas. Los asientos inexistentes nos partían las nalgas a trocitos y por tres horas seguidas no pudimos ni bajar a relajar la vejiga, tanta era la prisa que teníamos y aún así llegamos al campamento que era de noche. Menuda gracia navegar entre aquellas piedras sin ver la punta de los pies. Nos quedaba una noche más en el West Borneo Hilton y el día siguiente nos embarcábamos en la parte final de la aventura, en los llanos del Parque Nacional de Sentarum donde nos esperaban los Snakehead.

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