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Con ese estúpido juego de palabras hemos querido decir que este señuelo nació para pescar el Pavón en Amazonas y sin embargo va estupendamente para Anjovas, Palometones, Lucios y otros bichos de casa nuestra. Lo bueno que tiene es que a pesar de ser bastante grande, mide unos 16cm, no es excesivamente pesado, solo 42 gramos, y se puede lanzar con equipos relativamente ligeros. Esta es una cosa que me llama mucho la atención porque después de tres siglos de pesca en el trópico, en la pesca de andar por casa me sienta fenomenal rebajar el calibre de los equipos y pescar más ligero. Se trabaja bien paseando el perro, aguanta algún que otro tirón más brutote de lo normal, y hasta marcha bien en dead sticking, o sea haciéndose el muerto en la superficie.  El problema es que es un señuelo complicado de encontrar, yo he tenido que sobornar al sobrino de Juan Antonio Evergreen para que me consiguiera uno, que además tiene un color poco marinero. Tengo que volver a  por mis ríos Lucieros para probarle, u en un fin de semana en aguas saladas, pero tengo muuuuuchop miedo a que le pase algo, ya sabéis ¡hijo único!

Si me quedaban cuatro pelos en la cabeza el fin de semana pasado se han caído definitivamente; ¡vaya ventarrón que hemos encontrado en el Estrecho! Volvimos a juntarnos con Paquito y Vincenzo y esta vez se añadió al grupo César Pecellín, un señor que los aficionados al Black Bass conocen muy bien y que se aventuraba por primera vez, oficialmente por lo menos, en aguas saladas. La misión era de grabar material para Molix, y es por esto que solo estuvimos pescando con los señuelos de la marca italiana y teníamos a Dani Salas, chico encantador donde los haya, detrás de la videocámara. El primer día de pesca, por la mañana, nos tocó desde tierra, entre olas y algas flotantes salieron una Baila y una pequeña Lubina, este de mano de César, que se estrenaba con maña.

Por la tarde, levante o no levante decidimos aventurarnos en la bahía de Algeciras, donde encontramos las Barracudas en el ruedo, dispuestas a embestir con alegría. Por alegría la nuestra, que por fin pudimos empezar a grabar en serio, ya que a esto veníamos, y según el señor Windguru posibilidades de cumplir con nuestra tarea teníamos muy pocas. Por supuesto se trataba de pescar con señuelos como el Audace, que trincó el primer Barra y cayó en la lucha, a causa del hilo atravesado en la boca del depredador. Despido con tristeza al amigo, ya mullido y machacado al que quería hacer una foto antes de jubilarlo, y robo otro a Vincenzo, así de claro.

Por la mañana del día siguiente amanecemos en el campo de batalla: levante a más de 20 nudos pero un gran experto del Estrecho nos da las indicaciones para poder salir a pescar sin riesgo, y se cumplen a rajatabla. La mar, apenas movida se entrega a un puñado de guerreros sedientos de sangre de...bonitos, y estos, así de generosos y agresivos como siempre no se dejan esperar. Hay picadas espectaculares, carreras, carretes echando humo, peleas a cuchillo, dos bichos en un señuelo, picadas cuádruples, ganadores y perdedores, la historia de siempre que bien conocen ustedes. Pescamos con diferentes señuelos pero esa mañana el mata que remata fue el Proteus 130, el querido calabacín, un cohete que pesca como un condenado. Por la tarde el viento nos asedia y solo nos queda hacer unos remates de grabaciones que teníamos pendientes.

El último día, con el valiente capitán Paquito al timón volvemos a salir, nos espera un panorama parecido al del día anterior pero hay un nuevo plan. Después de ponernos morados con los Bonitos, vamos a peinar un sitio de la costa que gusta mucha a nuestro comandante, y con razón. Después de pocos lances engancho un bicho que me bloquea el señuelo en seco y luego, con tranquilidad empieza a dar señales de vida. El destino decide que para hoy no es y la criatura se suelta. Sigo lanzando el Super Finder, el Nacho Vidal de los jerkbaits un trasto de 19cm por 47gramos; lleva toda la mañana marcando la diferencia con el resto de los cartuchos y no lo quito ni bajo amenaza de quedarme sin vino en la cena. Kapow! Otro mordisco de los buenos y esta vez, bien clavado, el animal no se suelta y da guerra como un machote. Una barracuda larga de Tarifa a Los Caños sube a bordo, y amablemente se deja fotografiar. Vincenzo me acompaña a los pocos minutos con otra, y acto seguido el Levante que vuelve en pompa magna nos aconseja retirarnos para no acabar el día en Portugal.

Pos si chiquillos, tres días de pesca en el Estrecho, mágico como siempre, en contra de vientos y mareas acompañados por Paquito que de spinning por estos lares sabe un rato, en buena compañía y trabajando a gusto. Así se hace y así hay que seguir haciéndolo, que le guste o menos a Eolo.

Después de una semana en aquel paraíso terrenal que son los Jardines de la Reina en Cuba, hemos regresado a la realidad. Menos mal que está Madrid vacía, por lo menos no nos comemos todos los atascos y la contaminación de siempre.

Que os voy a contar que no sepáis, cada vez que vuelvo de los Jardines me pongo melancólico, sin duda es uno de mis lugares favoritos en este planeta y si las Cuberas colaboran, al dejarlos hasta me sale la lagrimita. Esta semana de Cuberas ha habido muchas, más de la que jamás haya podido ver juntas en unas semana de pesca . Entre los cuatro levantamos por lo menos 50 peces, si no alguno más, y si a esto añadimos que los meros estaban frenéticos para entrar a un señuelo de superficie, ya os podéis imaginar lo que puede haber sido.

Voy editando las fotos y pronto pondré alguna con un report completito.