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¿Cuales son las experiencias de pesca que realmente valen?

A veces me encuentro sentado delante del ordenador con una página de Word abierta y sin mucha idea de cómo rellenarla, hoy es un día de esos. No se si el hecho de llevar tanto tiempo en esta relación - o mejor dicho dependencia - de la pesca al final es bueno o malo. Acumulas experiencia pero al mismo tiempo te das cuenta de que ya has hablado de muchas cosas y lo de repetir, casi que te da reparo.

¿Vamos a hablar otra vez de las Anjovas con señuelos de superficie?

Las experiencias de pesca para el Anjova

A lo mejor si una revista me lo pidiese lo haría, o mejor dicho, justo de Anjovas no podría hablar porque hace mucho que no veo una, pero ya me habéis entendido. Los secretos de la Lubina a spinning... ¿Cuales secretos, los de quien la pesca en Asturias o de quien la pesca en Almería? es cierto que el mundo es un pañuelo y un pez es un pez pero cómo y cuándo pescarlo sin duda varía según las zonas.

Últimamente he escrito mucho sobre la pesca a spinning ligero.

Las experiencias de pesca en el spinning ligero a los espáridos

O bien una especie de Rockfishing bastardo, más agresivo y con más peso en el bajo de línea. Es mi visión, la que he podido elaborar y comprobar en el Estrecho, acompañado por Paquito. Digamos que podría ser una especie de Rockfishing regional, que funciona en aquel lugar tan especial y que probablemente no funcionaría en ninguno otro más.

Lo mismo me ha pasado cuando hice conocimiento de las Doradas asesinas.

Las experiencias de pesca en la captura de la dorada a spinning

Allí donde las pesqué sí que había ¿pero cien kilómetros más abajo? Si me apuras lo mismo ocurre con las Carpas, hay embalses donde las puedes perseguir con éxito a spinning, otros en los que entran a paseante y hélices y otros donde puedes tirarte años probando sin ver una cola. Imagino entonces que el entorno modifique el comportamiento de los bichos, es probable que la gran presencia de alburnos en determinados embalse y la calidez del agua transformen los hábitos alimenticio de este pez presuntamente pacífico, y que de la misma manera, en algunos lugares, la abundancia de Doradas cree más competencia alimentaria y les desarrolle aún más el instinto carnívoro hasta que se pongan a machacar el Piper.

Por otro lado también hay algo de verdad en el hecho de que un pez sigue siendo un pez.

Las experiencias de pesca a la carpa con vinilos

Algunas reglas generales, las que funcionan en un lugar, se puedan fácilmente aplicar a otro. En la prensa a veces el espacio es tirano y en el Web lo es mucho más, por lo tanto unos escritos bien largos y detallados al final acaban desapercibidos, la gente no tiene ganas de leerlos. Se reduce entonces la cuantía de palabras y por consecuencia el valor informativo del artículo. En un blog se podría solucionar el asunto proponiendo capítulos e intentando desglosar situaciones diferentes, suena fácil pero esto significa que el menda que lo lleva se tiene que patear media España para poder mostrar un abanico de escenarios y las consecuentes adaptaciones.

Mucho me temo que este servidor, y algunos más, seguiremos hablando a título de experiencia personal y probablemente con una limitación regional o local, seguro que los lectores, más espabilados que nosotros, serán capaces de escoger lo bueno y lo malo de cada escrito y sacar el máximo provecho de ello.

Cuando pica un pez o cuando empieza el combate ¿sabéis identificar el bicho antes de verle? Graciosillos y listillos por favor abstenerse que este es un blog serio (!), hablo a los chicos guay que merodean por este mar en tempestad, donde la palabra y la idiotez caminan de la mano. La mano de un italiano, para que no haya confusión y alguien se sienta identificado con el idiota de turno.

El asunto tiene migas. Es decir, todos, una vez tenida la picada o empezada la pelea soltamos nuestro vaticinio, en buen porcentaje cagándola con elegancia para rectificar una vez que el bicho aparece debajo de nuestros pies, otras con un acierto de dudosa paternidad. Dudosa porque pescando en el Delta en superficie lo más probable es que te entre un Palometón o una Anjova, y porque al fin y al cabo no estamos en el trópico, donde nunca sabes lo que te va a tocar. Como las chocolatinas de Forrest Gump.

En el siglo XV, entre una charla con Isabela de Castilla y una borrachera con Cristoforo Colombo, que así se llama el hombre, pura cepa itálica, solía salir a pescar con un skipper de Key West. En aquel entonces ni se llamaba así, amén de no haber sido todavía descubierta la península de Florida a la que pertenece, tierra de los Seminola, indios con hombre de cereal finamente triturado. Ken Harrys le decían al hombre, unos 150cm de sabiduría marina bien protegida por un panzón que ni lo gasta el gordinflón de mi vecino cuando está sentado leyéndose el Marca. A lo que íbamos, Ken me embarcaba en su piragua y le metía caña al Yamaha de 250HP hasta llevarme a sus pecios favoritos, que ya en aquellos tiempos maculaban los fondos de los Cayos de Florida. Tenía el hombre el GPS entre las orejas y el sextante en la punta de la nariz - maldito sabueso no fallaba nunca - y una vez echada el ancla se disponía a sembrar sardinas, recién sacadas con un esparavel que parecía el bombacho de King Kong.

En cuanto la primera docena de caramelos tocaban el agua aquello parecía un circo. Atunes de aleta negra, Bacoretas, Caballas, Serviolas, Jureles y Pargos aparecían y liaban la grande. Que si splash por aquí y catapúm por allá este servidor no sabía donde lanzar su Yo-Zuri. Me despertaba Kenny con un berrito y una vez reactivado el cerebro y soltado el dedo sabía perfectamente lo que iba a pasar sin necesidad de que rappel me leyera los tarot. En un santiamén mi GLoomis, ahora en el museo de las ciencias en Londres, se doblaba como una ristra de longaniza y el Penn, ese Penn 4400 que en muchas pugnas me acompañó en aquellos maravillosos años empezaba a cantar, y no era agradable aquello. Daba lástima el chirrido de la pobre máquina. Este servidor, entonces joven y poderoso, desenvolvía su trabajo con toda la soltura posible, como si estuviese acostumbrado a ello de toda la vida y Kenny soltaba un nombre. De pez, nada de palabrotas o acordarse de alguien que estamos en el América puritana, bueno casi.

Blackfin Tuna, sentenciaba el petete, y cuando llegaba debajo del barco exactamente de Blackfin Tuna e trataba. Después de unas horribles fotos y haberle sacrificado al dios del sushi volvía a lanzar. Adonde no hacía diferencia ya que estábamos rodeados de aparatos mar-aire que no dejaban de enseñarnos lomos y aletas y asustar a las pobres sardinas, que después de haberse sentido aliviadas de abandonar el blancor del vivero se encontraban ahora entre una estampida de bichos hambrientos y con poca ganas de escoltarles de nuevo hasta lo bajíos. Nueva picada y sentencia mi capitán: bacoreta. Lamadrequelotrajoalamericanoese, Bacoreta era y el siguiente un Jurel, luego una Caballa y otra vez un Atún de aleta negra, hasta la saciedad. Nunca fallaba el jodío, de la misma manera que yo no acertaba ninguno pero qué más da, me lo estaba pasando como un enano.

En los 600 años siguientes nunca he vuelto a encontrar personas que supieran reconocer a los bichos tras una picada o durante la pelea con semejante porcentaje de acierto, y eso que a algunos más les he dato la tabarra para que me sacaran a pescar. Hace cosa de pocos años me ocurrió un hecho bastante divertido mientras pescaba con un amigo en Maldivas. Yo llevaba el barco y el pegó un animal que empezó a ponérselo bastante crudo. Una pelea dura, para hombres con pelos en el pecho. Lobo por supuesto. Entre la picada y el momento que afloró el animal vaticinamos probablemente diez o más nombres de peces que podían haber picado y finalmente, mira tú por dónde, aparece un Diente de Perro que tenía una cabeza como una vaca y unos 80 kilos de peso entre morro y aleta caudal.

Ya sabéis, a nadie se le había ocurrido pensar que podía ser un pez de los más comunes que hay en lo arrecifes del índico. Eso sí, de aquel tamaño tampoco abundan...

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