Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica.
Habría podido ser un viaje para contar a los amigos delante de un vaso de Ron, sin embargo, la elección equivocada del momento y un poco de mala suerte lo transformaron en una aventura de pesca de poco calado. Aún así me llevo a casa un puñado de buenos recuerdos: comida excepcional, un lodge confortable, buenos barcos, paisajes inmejorables y sobre todo dos anfitriones estupendos. Una Tica y un Francés que solito está intentando revolucionar el idioma de Cervantes, y os aseguro de que lo podría conseguir.
El viaje de Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica en la región de Guanacaste costa del Pacífico desde luego no es corto: después del vuelo intercontinental te recogen en el aeropuerto para cruzar medio País entre caminos angostos, retuertos por curvas que desafían las leyes de la física y con una pavimentación surrealista. Después de cinco horas de montañas rusas se aparece en el medio de la jungla donde unas tenues luces anuncian la entrada al Buenavista Fishing Lodge. Es el final y al mismo tiempo el principio de nuestro viaje, y la carretera blanca que se acaba de digerir tendrá cierta relevancia durante la estancia, luego entenderéis mejor porque. Christian, el dueño, nos espera medio adormilado, es de noche y mañana el despertador sonará en horas políticamente incorrectas: descargamos toneladas de equipajes y ocupamos nuestras habitaciones. ¡Buenas noches!
Recién emergidos de un sueño a trompicones, víctimas de un cansancio animal y el huso horario que nos está reventando, quedamos cegados por las luces del alba y con las pocas fuerzas que nos quedan nos preparamos en atacar el desayuno antes de empezar nuestra aventura de Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica. Para ganarse la comida, por dos veces al día, hacía falta darse un paseo hasta la casa principal y ¿adivinar adonde estaba situada? Exactamente, justo encima de una colina que por cuanto pequeña tenía una cuesta bíblica y un caminito seguramente más aptos para cabras montesas, muflones, todoterrenos o escaladores más que cristianos en baja forma con barriguitas y calzando Crocs rojas. Después de una media docena de tobillos luxados, un fémur transformado en caña travel y un amigo abatido piadosamente a mitad de camino llegamos a la cima, con la lengua arrastrando por el suelo y un hambre de lobos siberianos. Nuestros anfitriones nos están esperando y con las mejores de las sonrisas nos informan que hemos llegado en el peor periodo del año (marzo, tomad nota) y que la pesca no iba a ser muy buena. Después de un momento de incertidumbre, un maratón de blasfemias y haberse acordado de los difuntos de un par de señores que se me, nos ponemos a aquello que mejor se nos da: comer.
Finalmente, cepilladas fuentes industriales de pitanza y cargados los pick-up nos dirigimos hacia nuestro punto de embarque. Ahora es el momento de recordar aquella romántica carreterilla blanca, polvorienta y con más baches y agujeros que un queso suizo. Son solamente quince minutos de esta entrañable forma de tortura y en realidad si queremos ver el lado positivo, la podemos considerar una especie de entrenamiento: si uno no se marea cuando conduce por allí Christian nunca jamás se mareará, ni en la mar más revuelta. Pero la cosa no se acaba aquí porque cuando finalmente se llega a Playa Garza, con el intestino que se sale por las orejas y los pulmones pegados al trasero hay que alcanzar el barco que está anclado en el medio de la bahía. Existen dos posibilidades: A) Nadar. B) Subirse a la pequeña panga conducida por un tico psicópata, cortar las olas haciendo zigzag entre los surferos hasta llegar al lado de la lancha. A estas alturas Christian, el dueño del lodge, estará pensando en cómo matarme, pero sabe bien que cuento todo esto riéndome y obviamente exagerándolo todo. Conocéis mi patético sentido del humor, habéis sufrido las tonterías que llevo años escribiendo y sabéis lo que hay. Muy bien, seguimos porque ahora empiezan las malas noticias... De verdad, el desastre real ha sido la pesca a Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica, pero dejad que os lo cuente.
El primer día un barco decide aventurarse en alta mar para ver si había algún picudo dispuesto a subirse al tiovivo, mientras el otro se queda cerca de la costa. Parece que hay algo de acción a unas veinte millas y juntos con Grego y Mikel nos damos un buen paseo hasta la zona caliente con Christian al timón y Marcos, el marinero tico. Encontramos algo de vida, tres velas suben a los teasers y uno muerde pero decide no saltar y a este servidor, que quería congelar alguna pirueta solo le queda poder hacer alguna foto en el barco. Con el rabo entre las piernas volvemos a Playa Garza donde encontramos nuestros otros dos amigos, Asier e Iker, que tampoco tenían buena cara: ¡al carajo la pesca! todavía tenemos la maravillosa oportunidad de volcarnos en la pequeña panga mientras desembarcamos en la playa o desintegrarnos el hígado en el pick up, esto empieza a ser divertido.
Una vez en casa, después de haber escalado el “Golgota”, así habíamos llamado al entrañable paseo en la colinita, nuestros anfitriones nos reciben con bebidas heladas y aperitivos estelares; a nadie le importa un pepino de las desaventuras de la pesca y disfrutamos de un atmosfera relajada y festiva, al fin y al cabo estamos de vacaciones.
La capacidad de Christian de hablar correctamente el castellano es inversamente proporcional a sus dotes de cocinero, cena tras cena nos ha literalmente malcriado con platos deliciosos y una compañía inigualable. Después de muchos viajes al extranjero visitando lodges de todo tipo puedo afirmar que su mujer Clarisa y él han sido de los mejores anfitriones que jamás he encontrado y han sido capaces de transformar un viaje de pesca infernal en una agradable semana de ferias. Escuchar Christian hablando de “gañadores”, mejor conocidos en castellano como señuelos artificiales, o de “picos” las picadas de toda la vida era ya de por si entretenido pero después de un par de días en los que se intentaba mantener algo de respeto, una vez cogida confianza empecé a bromear con él a causa de su leguaje reformador: evolución innatural del ya de por si contaminado español que se habla en Costa Rica y predestinado a cambiar el camino del castellano en los siglos venideros.
La pesca a Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica en los días siguientes no cambió mucho y cuando se cazaba por la costa parecía que había acción afuera y una vez metidos en el medio del Pacífico pasaba exactamente lo contrario, pero se trata más bien de paranoias que de la realidad. De todas maneras se veían muchos peces, seguían a los señuelos sin atacar, sobre todos Gallos pero también Cuberas, Jureles y otras criaturas. Un día llegamos a contar hasta diez Velas saltando o nadando a ras de agua sin la menor intención de llegar a roer nuestros cebos, inclusive cuando se acercaban sin miedo al barco. A pesar de la huelga general algún que otro hermoso bicho se dejó fotografiar, el amigo Gregorio ganó la lotería con una preciosa Cabrilla (Mycteroperca xenarcha) sacada a jigging con un bucktail así de grande, mientras los demás se la apañaban con Cuberas, Gallos y algún Carángido, todos en superficie. Ambos patrones trabajaron como locos para ponernos en condición de pescar (este servidor estaba invitado por una revista francesa para hacer un reportaje), peinamos roca tras roca toda la costa Oeste del Costa Rica y navegamos hasta Hawái para encontrar un jodido picudo pero si los bichos no tienen ganas de colaborar no hay maneras: allí estaban, en cada piedra donde habíamos lanzado y lo sabemos a ciencia cierta, seguid leyendo.
El sexto y último día de pesca a Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica, Gregorio quiere volver a salir afuera en búsqueda de un picudo y yo le sigo para ver si puedo enfilar un par de fotos decentes de un alimaña saltarina, por lo tanto un barco zarpa hacía el horizonte y Mikel se junta a Asier e Iker decididos a pasar al lado obscuro y probar a pescar con cebo natural, vivo o muerto, lo que tercie. Inútil decir que mientras servidor y Gregorio se tragan casi ochenta millas para no ver ni una picada el otro barco desvela la realidad de la pesca en la zona de Playa Garza y martilla los depredadores sin piedad. Anclados delante de una de las piedras que en los días anteriores habíamos machacado a lances finalmente pegan Cuberas, Gallos, jureles y otros tipos de Pargos con cebo natural. Cuando nos encontramos al amarre estaban excitados como Barbies al baile de fin de curso y ni sabían cuantas picadas habían tenido; le dicen a Christian “¡Pero si está lleno de peces aquí!”.
La verdad es, y bien lo sabemos, que a veces estas bendecidas criaturillas del Señor no tienen el menor interés en tragarse un señuelo, pero se vuelven locas delante de un buen pedazo de carne, siempre y cuando estemos dispuestos a cambiar de técnica.
Queridos amigos, esta es la historia de un viaje de pesca a Spinning popping y jigging en Punta Garza Costa Rica que podría haber sido perfecto si desde el primer día hubiésemos decidido pescar con carnada: tantas pascuas para la pesca entonces, tenemos una escusa perfecta para volver, el Costa Rica es un país estupendo y merece ser visitado y sobre todo fotografiado. Si os apetece salir con la cámara colgando del cuello encontraréis paisajes inmejorables, pájaros de colorines, lagartos, árboles, flores muy fotogénicas y los monos posarán para vosotros como expertos modelos. He pescado muchas veces en Golfito, más al sur siempre en la costa del Pacífico pero os puedo asegurar que la zona de Guanacaste no tiene nada que envidiarle, al revés, diría que la presión de pesca es mucho inferior y es bastante más barato. Si os gusta pescar en el Pacífico regalaros un viaje a Playa Garza, elegid la mejor temporada y disfrutar de un mix de pesca, gastronomía, fotografía y descanso totalmente calados en la naturaleza costarricense. Yo volveré, podéis contar con ello, ¡pero no en Marzo!
Testo e foto di Nicola Zingarelli
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